Sin previo aviso, la señora Laura agarró a Juliet por la barbilla, fuerte y doloroso, mientras miraba fijamente sus ojos. —Tu madre y esa mujer me causaron problemas y estoy segura de que si les preguntas qué hicieron conmigo, podrán explicártelo, y créeme, niña, no querrías que te haga lo mismo —amenazó la señora Laura.
Juliet no contraatacó, solo se quedó de pie y dejó que la señora Laura hiciera lo que quisiera hasta que la anciana la soltó y ella tropezó hacia atrás.
—Ahora que has intervenido, vas a hacer todo en su lugar mientras que tu madre será la que me refresque con el abanico —Laura instruyó y Juliet no pudo evitar sino abrir un poco la boca en shock—. ¿Cómo iba a lavar la ropa de todos en la celda? Eran cerca de un centenar.
—No voy a hacer eso —se opuso Juliet—. Puedes enviar a los demás a hacer recados como te plazca, pero no soy tu sirvienta. Nos conociste aquí, así que deberías ser tú la que nos respete y nos tema, ¡¡vieja bruja!!