"¿En serio pensó que puede alejarme tan fácilmente?—suspiró Rosela.
La tensión se apoderó de ella. Apretó los dientes y cerró el puño tan fuerte que la sangre empezó a gotear de su mano. Sus ojos ya se habían oscurecido en orbes negros y el aire a su alrededor se había impregnado de una tensión siniestra. Estaba hirviendo en su propio odio.
Finalmente, una niebla oscura envolvió su visión, una magia oscura manifestándose delante de ella.
"Ha pasado mucho tiempo desde que me llamaste, Rosela—, una voz desde la niebla reverberó en el aire alrededor de ella.
"Quiero matarla—gruñó Rosela—. "Necesito más piedras mágicas oscuras".
"Sabes que las piedras mágicas oscuras son muy difíciles de encontrar, Rosela—respondió fríamente la niebla negra.
"Ya utilicé las que tenía—murmuró—. "Necesito más si quiero seguir".