—¡No, no, no, por favor! —murmuré la palabra desesperadamente, mi voz apenas un susurro mientras intentaba aferrarme a los últimos jirones de mi magia que fallaba.
—¡Vamos, vamos! —instaba mientras susurraba a la luz que se suponía me conectaba con Arianne, casi podía alcanzarla, casi, si mi magia pudiera aguantar lo suficiente. Pero fue inútil. Con un grito de frustración, me recosté contra la fría pared de piedra de la mazmorra, las lágrimas acumulándose en las esquinas de mis ojos.
La única persona que pensé que me ayudaría me había desestimado. Mi magia se había abierto lo suficiente como para llegar a Arianne y si ella hubiera afinado sus sentidos, podría haberme encontrado pero no fue así. También mi magia no había sido lo suficientemente fuerte para conectarla conmigo.