El viaje a Dankurt fue largo y angustioso. Kiran fue quien me sostuvo durante todo el trayecto. Madea siguió cantando hechizos de curación para prolongar mi vida, pero hicieron poco. Empezaba a sentirme febril mientras viajábamos. Kiran me seguía preguntando direcciones, a lo que intenté responder lo mejor que pude. Recordaba Dankurt de los recuerdos de Tag'arkh. Seguí murmurando las direcciones a Kiran que cabalgaba tan rápido como podía en su caballo.
—¡Arianne, vamos, mantente despierta por mí! —Kiran suplicó, el miedo evidente en su tono.
Suspiré mientras me acurrucaba más en el cuerpo de Kiran. —Tengo frío, Kiran, mucho frío.
—¿Qué? ¡Pero estás sudando mucho! —Kiran señaló, pero yo solo suspiré mientras me acurrucaba más en su pecho.
—¡La daga! —Escuché gritar a Madea—. ¡Debe estar afectándola! ¡Tenemos que apresurarnos! ¡Temo que no le quede mucho tiempo! —Madea gritó de nuevo.