Iván se levantó lentamente del cofre y caminó hacia mí. Lo esperé con anticipación mientras lo miraba hacia mí, mi corazón latía suavemente en mi pecho, ansioso por que él pusiera sus manos en mí. Pero Iván no hizo nada, no dijo nada, solo siguió mirándome. Suspiré resignada.
—Dioses, ¿realmente me encuentras tan repulsiva de mirar? —pregunté sin dirigirme a nadie en particular.
Con otro suspiro y sacudiendo mi cabeza, me di la vuelta y salí de la habitación. Decidí subir al dormitorio ya que mi esposo se negaba a tocarme. Les di una sonrisa apretada a los sirvientes mientras me saludaban mientras subía por el pasillo. Una vez dentro de la habitación, cerré la puerta detrás de mí. Estaba a punto de acostarme en la cama cuando se abrió la puerta y entró Iván.
Arqueé mi cabeza hacia él. —¿Así que sí quieres follarme?
—No deberías usar esa palabra —respondió con una mirada severa en su mirada.