Cuando salgo de copiar manuales, Pen ya está esperando. Ha llegado pronto. Me sonríe al verme. Se acerca.
–¿Vamos?– le pregunto.
–Vamos. Gracias– responde, besándome en la mejilla. Aunque disfrute azotando a su masoquista dueña, conmigo casi siempre es dulce.
La verdad es que no me cuesta nada acompañarla a la biblioteca. Ella no puede entrar. Pero un esclavo puedo acompañar a su dueño. O a quien ha sido prestada. Así que la dejo con las técnicas de látigo. Yo hecho una ojeada a otras.
Compruebo la de ocultación de qi. No parece haber ninguna diferencia con la que tengo. La que rescaté del reciclaje. Bueno, la suma de varias de ellas.
La he estado estudiando. La parte de Génesis ya la conozco bastante bien. La parte de Alma es más complicada. Además, no puedo practicarla todavía. Pero me hará falta cuando suba a la etapa dos. Lo más rápidamente posible. Después de subir, no podré salir hasta que pueda aparentar estar en la uno.
Creo comprender lo que hay que hacer. Aunque sé por experiencia que una cosa es la teoría y otra la práctica. Lo que debo hacer es crear un sello en el dantian. Que me permita convertir qi de la etapa dos en la uno. Bueno, más que convertir, dejar que se diluya.
Luego tengo que circular ese qi por los meridianos. Y usarlo. Es decir, tendré qi de la etapa dos y estaré usando el de la uno. Algo que me será muy necesario. Al ritmo que voy, podría subir en unos cinco meses. Cuando en teoría me faltarían años. Llamaría demasiado la atención si se supiera.
No puedo permitir que lo sepan. Pero tampoco retrasar mi cultivación. Hay peligros que acechan. Como los matones del ex-estudiante Dai Fen. También está la venganza de las gemelas. Los admiradores de Chun Hua como Zhi Mu y su hermano. El tío de Bronceada. No está mal para haberme convertido en estudiante hace apenas unos meses. Se me escapa un suspiro.
Al final, no cojo ningún cuaderno. Tampoco era mi intención. Pen igual sospecharía si me ve adquirir una técnica que no es para bastón. Pero sí que he revisado unos cuantos.
Pen, por su parte. Lleva dos. Uno es fundamentos de látigo. El otro, una técnica que generalmente no recomendaría. El resultado es potente. El gasto de qi, no muy alto. Pero es más bien lenta. Fácil de esquivar. En su caso, es ideal. Su objetivo no se moverá para esquivarla.
Pago por los dos. La acompaño a su cabaña. Se los hubiera regalado, pero Fen Huan no me deja. Lo mío me costó convencerla de regalarle los fundamentos, que es lo más barato.
–Es un poco orgullosa. No quiere depender de ti– me explica Pen antes de llegar.
Respeto ese sentimiento. Aunque lo lamento un poco. A mí apenas me cuesta reunir puntos de contribución. Entre cuadernos, Ning y vender leche materna. Ella tiene que ir a misiones o hacer trabajos. Aunque Pen ayuda un poco. Con algunos trabajos sencillos. Lo que gana, va a su dueña. Aunque esta se lo devuelve para sus gastos. Lo que pasa es que no es mucho.
Los esclavos no tienen acceso a los mejores trabajos. Se los quedan los estudiantes. No obstante, para alguien como Pen, acostumbrada a largas horas y peor trato, no resulta muy duro. O eso asegura.
De todas formas, eso no quiere decir que no tenga consecuencias. Como castigo por no dejarme pagar, la ato con las cuerdas muy apretadas. Marcándolas en su cuerpo. En sus nalgas. En sus pechos. Sus pezones quedan libres para pellizcarlos. Su vagina, para penetrarla.
Por supuesto, no la desato tras disfrutarla. La dejo atada y jadeando. Pen ha dicho que continuará. Cuando se recupere, claro.
Se ha puesto un vestido muy provocativo mientras follaba a Huan. Así que la he follado vestida. De pie. Sus brazos estirados contra la pared. Su falda levantada. Sus bragas de encaje puestas. Solo deslizadas a un lado para mostrar su vagina. Para que la penetre desde atrás. Mientras disfruto de sus pechos. Atrapados en su sujetador semi-transparente.
Hay que decir que está preciosa. Muy sensual. Muy apasionada. Siempre ha llevado ropa de esclava. Ahora también, aunque bastante mejor. No es conveniente que vaya bien vestida. Solamente lo hace para mí. Eso es lo que ha dicho.
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Cuando salgo, me encuentro con lady Lin. O así la llamaban. Estamos curiosamente ligados por el destino. Uno de sus hermanos es Lin Xiaojian, el novio de Di Tao. El que ella dice que la quiere matar. A la que follo analmente y absorbo qi de la etapa dos. El otro es Lin Wenyan. Le debo un favor. Aunque por casualidad, me ayudó cuando me querían atacar los matones de Dai Fen. Pasaba por ahí y los intimidó.
Intento desviarme para evitarla. Sin mirarla. Pero ella se cruza. ¿No podría dejarme en paz? No me queda más remedio que enfrentarla.
–¿Qué es lo que quieres?– le pregunto, un tanto irritado.
–Tú… ¡Guarda respeto!– se adelanta una del grupo.
Está en la etapa cuatro, creo. Aunque tampoco importa mucho. Estamos dentro de la secta. Así que la miro un momento. Luego la ignoro. Miro fijamente a lady Lin. No sé cuál es su nombre.
–Quiero que te comportes. Nada de ir con diferentes acompañantes. Es malo para la moral de la secta– me dice calmada y muy seria.
Habla con bastante arrogancia. Como si fuera superior. ¿Quién se cree que es? ¿La guardiana de la moral de la secta? ¿Desde cuándo es su problema lo que yo haga?
–¿Eso es todo? Bien, adiós– me despido, intentando rodearlas.
La misma pesada de antes vuelve a cerrarme el paso.
–¿Harás lo que te he dicho?– inquiere lady Lin.
–No– le respondo rotundamente
Miro entonces directamente el pecho de la que me corta el paso. Es grande. Ella se lo cubre y me mira furiosa. Aprovecho para escabullirme.
–¡Eh! ¡Vuelve!– grita.
Pero una cosa es ponerse delante y otra agarrarme por detrás. Las peleas están prohibidas.
–Déjalo. No tiene remedio. Pagará su insolencia– sentencia otra.
Genial. Otro grupo de fanáticos. Como Ning, pero son más. No sé si también serán reprimidas como ella. Y tampoco quiero averiguarlo. Supongo que las tendré que tener vigiladas. Siento sus miradas mientras me voy. Mejor las Ignoro.
Me aseguro de que no me sigan. El hermano de Zhi Mu está fuera. Y los que guardan la salida al bosque son de fiar. Al menos, no tengo constancia de lo contrario. Por ello, voy al bosque a entrenar.
Llamo a Song, Shi y las gemelas en cuanto estoy suficientemente lejos. Si no, tendría problemas. Se lo prometí.
Caminamos los cinco. Charlando. Riendo. Atentos a cualquier presencia. Hasta que llegamos a un recodo del río un poco más profundo. En el pasado, a veces lo usaba para bañarme. No hay nadie.
Llamo a las demás. Incluida Rayitas y Terror. Las dos miran a todos lados. Inspeccionan los alrededores. Parecen entusiasmadas. Les gusta estar en el bosque. Casi me han ignorado.
Liang las vigila para que no se alejen. Song la ayuda. Wei está mojándose los pies en el río. Un poco más arriba. Donde es menos profundo. Con su madre vigilándola. Parece divertirse.
–¿Las traigo?– pregunto.
–Sí. Ya está todo listo– me asegura Shi.
Están a cada lado del lago. Con una red, para que nada entre o salga. La compraron hace unos días, barata y rota. La arreglaron.
Invoco a las salamandras. Directamente en el río. Se mueven nerviosas al principio. Seguramente asustadas por el repentino cambio. Aunque se tranquilizan a ver a Ma Lang. Es la que más habitualmente les trae la comida.
Tras unos momentos para aclimatarse, empiezan a nadar por ese trozo del río. Son lo bastante grandes y poderosas para que los peces no les representen ningún peligro. Más bien al revés. Siguiendo sus instintos, intentan cazarlos.
–Qué torpe.
–Se le ha vuelto a escapar.
–Ese es demasiado grande.
–¿Lo conseguirán?
Nos las quedamos mirando. Incluso Rayitas las mira un poco. Terror está probando unos frutos. No son tan nutritivos como los que le damos. No tienen apenas qi en comparación. Pero supongo que le gusta la variedad. O que estén frescos.
Al cabo de un buen rato, cazan un pez de casualidad. Al esquivar a una de ellas, ha rozado a otra. Parece que su veneno le ha afectado. Se movía más despacio. Y lo han atrapado. Primero una. Luego todas las demás.
Sus dientes son más bien pequeños. Y ellas tampoco son muy grandes aún. Pero después de la primera, han llegado las demás. Junto con el veneno, el pez no ha tenido ninguna posibilidad. Enseguida, ese trozo de agua se ha teñido de rojo. Lo han devorado entre todas.
Como en el caso de Terror, el pez es menos nutritivo que lo que les damos. Quizás sería equivalente a la etapa uno de Génesis. Pero parece que la caza ha despertado sus instintos. Después de devorarlo, se ponen a perseguir a otros. ¿Quizás es un juego para ellas?
Dejamos a Bronceada y Hong vigilando. A mí me hacen entrenar. Tenemos una competición de todos contra todos de perseguirnos. Con la técnica de movimiento. Quien pierde la cinta es eliminado.
La primera vez me han eliminado el primero. Han ido todas contra mí. Traidoras… Las gemelas juntas son las más temibles. Se sincronizan y se cruzan. Es difícil saber a cuál seguir. Aunque, por suerte, también se vuelven la una contra la otra.
He ganado una vez. No sé de cuántas. Ha sido divertido. Luego me hacen entrenar con ellas los golpes combinados. Es difícil probar muchos de ellos en la cabaña. Al principio, solo bloquean. Luego, también contratacan. Sin duda, lo hace más difícil. Hay que improvisar. Seguir el flujo de qi para enlazar el siguiente movimiento. Decidir en apenas un instante. Cuando ambos qis colisionan, cambiar el flujo.
Aparte de combates individuales, también probamos combates dos contra dos. Hasta algunos tres contra tres. Al principio, mi equipo pierde la mayoría. Ellas han entrenado así a menudo. Yo no. Aunque vale la pena cuando Yu me abraza y me besa. Hemos ganado contra su hermana y Song.
–Eso ha sido trampa– se queja Yi.
Los dos le sacamos la lengua y nos reímos. Palmeamos las manos. No es culpa nuestra que se confiaran después de dos victorias seguidas.
Nos acabamos bañando en el río. Y las salamandras nos vienen a ver. Parecen cansadas.
Su veneno es suficiente para perturbar un pez no muy poderoso. A nosotros, no nos hace nada. Nuestra cultivación es alta. Además, nos hemos estado acostumbrando. Acariciándolas. Mientras lo iban desarrollando. Es lo que recomendaban en el manual de cría que Guo Xua me consiguió.
Liang está a mi lado. Apoyada a mí. Agotada. Su culo siendo masajeado por mi mano.
–Terror ha estado persiguiendo a cada insecto que veía. Rayitas hasta ha cazado un conejo. No paraban– se queja.
–Ja, ja. Terror con el saltamontes ha sido muy divertido. Tendríais que haberlo visto– ríe Song, jugando con Saltres, la que es anaranjada.
–Imposible. No me creo nada. Míralas, si son unos angelitos– niega Shi, riéndose.
Rayitas está acostada frente a la orilla. Terror encima de ella. Descansando. Wei apoyada también en la tigresa. Son adorables.
Hoy nos relajamos. Y no tenemos sexo. Al menos no hasta la vuelta. Creo que están preocupadas de que alguien venga. De hecho, se ha acercado algún esclavo. Pero se ha ido más abajo. Después de hacer surgir nuestra aura. Para que supiera que había estudiantes.
Aunque algunos abrazos y besos no están prohibidos.
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Nada más volver, saco a Rui. La pongo contra la cama. La penetro en cuanto está mojada. Tanto rato con ellas, reconozco que me ha excitado. Que estuvieran desnudas y provocándome, tiene gran parte de la culpa.
Cuando acabo con mis esclavas, sigo con el resto. Aunque algunas se nieguen a reconocerlo, también ellas estaban excitadas.
A Lang y Yi las follo juntas. Las dos a cuatro patas. Alternando penetrarlas con mi miembro o mis dedos. Las gemelas hoy se han peleado un poco. Creo que estarán enfadadas hasta mañana.
A Shun la pongo sentada sobre mí. Chupándole sus pechos. Bebiendo un poco de leche. Añadiendo mucho qi. A Hong y Yu igual. Esta última no tiene leche. Pero gime cuando estiró sus pezones con mis labios. Y se venga mordiéndome.
Wan es la única que solo ha salido un rato. Por unanimidad, la hemos metido de golpe en el río. Ha protestado bastante.
No está interesada en los combates. Y apenas hay plantas que le interesen por ahí. Aunque ha recogido algunas a pesar de todo. Su culo está tan apretado como siempre. Sus enormes pechos igual de abundantes.
Shi y Liang me miman a la vez. Muy dulces las dos hoy. Y mimosas también.
Song se somete a mí. Lo ha prometido si les ganábamos una vez. Así que no puede evitar que la mime. Que la haga correrse hasta tres veces antes de penetrarla. Que se lo haga despacio e íntimo. Con muchas caricias.
Creo que no se lo esperaba. Se acomoda en mi pecho para dormir. Sonriéndome. Dejándome acariciarle su cabello anaranjado.
–La próxima vez que nos toque, te mimo yo– es lo último que dice antes de dormirse.