Después de bañar a Vien, la cambié a un vestido floral con mangas abullonadas que le gustaba. Sus ojos brillaban al mirar su reflejo en el espejo.
Ella es una niña adorable.
Le até el cabello en una cola de caballo y le puse un lazo encima. A ella también le gustó. Sus labios se curvaron en una dulce sonrisa cuando su mirada se desvió hacia la cinta rosa que sujetaba sus rizos.
—G-gracias... a ti... Mm...mamá —susurró tímidamente después de girarse hacia mí.
Aunque tartamudea cada vez que dice una palabra, sigue siendo una buena señal de que se está recuperando. No pasará mucho tiempo antes de que pueda hablar con fluidez.
Le di una sonrisa lo suficientemente brillante como para superar la luz del sol que penetraba a través de la ventana de cristal de piso a techo.
—De nada, Vien —respondí.