—Anciano, ¿por qué estás solo? —preguntó la mujer al entrar.
Justo en ese momento, una mujer con una falda ajustada negra, maquillaje ligero en su cara, exudando una aura elegante y una figura seductora, entró en la sala de estar. Con una sonrisa en su cara, llamó a Joseph.
—Volviste a York sin pensar en visitarme, así que, por supuesto, estoy solo. ¡Parece que estás empezando a olvidarte cada vez más de mí! —Joseph giró su cabeza para mirar a Chelsea y preguntó con indiferencia.
—No tuve elección. Tan pronto como bajé del avión, algunos viejos amigos me vieron e insistieron en hacerme una cena de bienvenida. ¡No tuve más remedio que asistir! —explicó ella con desamparo.
—¿Por qué volviste a York esta vez? —él preguntó directamente.
—Tengo buenas noticias para compartir contigo... —dijo ella con una sonrisa.
—¿Qué buenas noticias podrías tener? —Él dejó el periódico y dijo calmadamente.
—¡Tu nieto ha venido a York! —dijo ella con una sonrisa.