—¿No me harás nada? —preguntó Rachel.
Al escuchar las palabras de Rachel, Connor no pudo evitar tomar una respiración profunda.
Luego suspiró interiormente, «Tú no me harás nada, pero no puedo garantizar que yo no te haga nada, ¿verdad?». Si ella apareciera vestida así en la casa de otro hombre, ya se habrían aprovechado de ella hace tiempo.
—No, no importa lo que pase, no puedes quedarte en mi casa. Si te quedas aquí, yo me mudaré... —Connor gritó a Rachel, sintiéndose agitado.
—Tú puedes mudarte si quieres, pero te sugiero que te quedes aquí —dijo ella con desenfado—.
—¿Por qué? —él preguntó después de un momento de confusión.
—Porque, según la información que recibí, parece que la gente de Rockefeller ya sabe que estás en Newtown, pero no han confirmado si la noticia es verdadera. Si te mudas ahora, podrías ser descubierto por la gente de Rockefeller. Una vez que sepan que estás en Newtown, todos tus planes serán en vano... —dijo ella con una sonrisa.