Los vientos aullaban al chocar contra el colosal baluarte del muro de la ciudad. Los soldados del Primer Ejército temblaban en las almenas, mirando fijamente la brumosa niebla de la ventisca con expresiones sombrías. Estos eran los afortunados: los menos afortunados estaban mucho más abajo, en el suelo, listos para defender las brechas con sus vidas.
Debido a las feas grietas en la barrera defensiva de la ciudad, la logística del asedio se había vuelto mucho más difícil. Hoy en particular, ya que nadie sabía la dirección desde la cual el titán iba a atacar.
Goliat podría venir desde el sur, avanzando a través del devastado paisaje y sacudiendo la tierra con cada paso. Podría venir desde el norte, emergiendo de debajo de las oscuras olas para atacar primero la fortaleza del puerto. Por todo lo que sabía el Mando del Ejército, incluso podría salir de debajo del suelo... el alcance de las habilidades del titán seguía siendo un misterio.