—Sunny nunca había pensado en usar ese mortífero encantamiento después de la primera vez. En aquel entonces, momentos antes de caer en el Cielo Abajo, lo había activado por pura desesperación.
Su apuesta valió la pena, pero casi le costó la vida.
—[¿Dónde está mi ojo?] permitía al portador de la máscara contemplar el tapiz del destino en toda su espantosa gloria. La interminable y bella eternidad de retorcidos hilos atrapaba a toda la existencia, se extendía infinitamente en todas las direcciones, así como en el pasado, presente y futuro. Conectaba a todos y a todo como una inconcebible e incomprensible red.
El Tejedor pudo haber sido capaz de presenciar el gran tapiz... pero los simples mortales como Sunny no lo eran.