Usando un bastón de madera, Sunny salió de su choza y respiró el aire claro y dulce del Bosque Sagrado.
Los árboles ancestrales se movían suavemente, como si lo saludaran. El bosque estaba despertando lentamente, las hojas de esmeralda ansiaban ser bañadas por el calor del sol una vez más. Una fría niebla fluía entre los poderosos troncos, impregnada de la vibrante luz lila del amanecer. Los ruiseñores cantaban alegremente, saltando de rama en rama... la vista era familiar, hermosa y tranquilizadora.
Verdaderamente, el bosque del Dios del Corazón era la joya del Reino de la Esperanza. ¡Cuán afortunado era él de haber nacido y pasado la mayor parte de su vida aquí!