El Santuario se despertaba lentamente. Ahora que el sol había salido, grupos de Despiertos se preparaban para aventurarse afuera, mientras que aquellos que tenían cosas que hacer en la Ciudadela misma llevaban a cabo sus negocios. Algunos de ellos saludaron a Sunny mientras caminaba hacia la Isla del Altar.
En este momento, debería haber podido regresar al mundo real. Después de todo lo que había descubierto durante la noche, había una llama ardiendo dentro de su pecho que exigía acción. Sus ojos brillaron cuando pensó en el misterioso tesoro escondido en alguna parte, en la oscuridad.
Pero, aunque Sunny era una persona muy rapaz, sabía cómo mantener su avaricia bajo control... bueno, la mayoría de las veces.
—Isla del Naufragio... —pensó Sunny.
Sunny nunca había estado tan lejos del Santuario, pero había oído hablar de ese lugar mortal.