Un silencio retumbante cayó sobre el gran salón del antiguo castillo. Las fatídicas palabras habían sido pronunciadas y ahora no había vuelta atrás.
Para bien o para mal.
Gunlaug ladeó la cabeza y permaneció en silencio por unos momentos. Luego, el sonido de su risa resonó entre la multitud.
—¿El derecho al desafío? Oh, esa vieja cosa. Parece que eres muy aficionada a esa tradición. No ha pasado ni un año desde que llegaste bajo mi techo, y tuve el placer de escucharte decir esas palabras dos veces. Insolente niña...
Se detuvo por unos momentos y luego se inclinó hacia adelante. Su voz de repente se volvió fría, llena de oscuros matices.
—Para ser honesto, estoy muy cansado de tu insolencia, Estrella Cambiante.