El hombre que la abrazaba no cerró los ojos.
En cambio, la miró en silencio en sus brazos como un suave gatito.
Las comisuras de su boca se alzaron en una sonrisa, y sus ojos estaban llenos de afecto.
…
Cuando Jeanne se despertó, estaba segura de que había dormido lo suficiente.
Luego intentó darse la vuelta, pero por más que lo intentó, no pudo moverse.
Frunció el ceño, abrió los ojos, solo para ver de cerca el guapo rostro de Cuarto Maestro Swan.
¿Tenía que acercarse tanto a ella?
Temía que ella tampoco pudiera controlarse al ver una cara tan guapa en cuanto abriera los ojos.
—¿Estás despierta? —Cuarto Maestro Swan le preguntó.
En ese momento, ella estaba acostada en su brazo y los dos se estaban abrazando. Era una posición muy íntima.
Algo en sus ojos se movió y desvió la mirada. Esa cara era tan guapa que a veces podía ser peligrosa.
Entonces, su mirada cayó en su cuello.
Mirando su nuez de Adán en movimiento, dijo:
—Estoy despierta.