Jasper entró en la oficina de Sebastián, con los nervios a flor de piel, anticipando el motivo de la convocatoria. El aroma del humo de cigarro se cernía denso en el aire, mezclándose con la fragancia sutil de la colonia cara. Sebastián estaba sentado detrás de su escritorio, con una expresión severa e inflexible.
La vista del comportamiento serio de Sebastián amplificó la ansiedad de Jasper. Sus palmas se volvieron sudorosas mientras se acercaba al escritorio. Se armó de valor, preparado para cualquier pregunta o consecuencia que pudiera venir, firme en su resolución de apoyar a Ella.
—¿Me ha convocado, Sr. Hubbard? —con un semblante compuesto, Jasper preguntó—. ¿Cómo puedo ayudarle?
—Quería discutir algo —Sebastián hizo un gesto para que tomara asiento, dando una calada a su cigarro.
La ansiedad de Jasper se intensificó, convencido de que Sebastián estaba a punto de mencionar a Ella. A pesar de ello, se acomodó en la silla, preparándose para la inminente conversación.