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A medida que la noche avanzaba, los invitados comenzaban a despedirse y a dirigirse a sus casas. El salón de baile se vaciaba gradualmente, dejando solo a un puñado de personas aún rondando. Alejandro y Julia estaban entre los que se quedaban atrás, buscando un lugar más tranquilo para disfrutar de su cena. Se acomodaron en una mesa cerca del borde de la habitación, donde podían observar a los últimos participantes sin ser molestados.
Al principio, todo parecía normal. Alejandro hablaba animadamente sobre los eventos de la tarde, entreteniendo a Julia con historias de los diversos invitados y sus travesuras. Pero a medida que pasaban los minutos, comenzó a notar que su esposa no estaba como de costumbre. Parecía distante; sus respuestas eran breves y forzadas. Sus ojos se desviaban de él, enfocándose en algún punto más allá de su hombro.