Abigail se despertó lentamente, encontrándose cómodamente en los brazos de Cristóbal. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, su cálida sonrisa la saludó, y no pudo evitar sentir un torbellino de emociones encontradas.
El sol naciente había levantado la nube de ira que había pesado sobre ella el día anterior. Aunque aún estaba en desacuerdo con él, su estado de ánimo no era tan malo como lo había sido.
—Buenos días, mi amor —dijo suavemente, con un tono humorístico en su voz—. Sus ojos estaban llenos de un calor que podía derretir incluso los corazones más duros. Incluso después de que ella lo trató tan mal, sus esfuerzos por apaciguarla no habían disminuido.
Cuando pensó en sus acciones del día anterior, se sintió afligida.
«¿Fui demasiado dura con él?» se preguntó, mirándolo con curiosidad.
Su sonrisa persistió en su rostro. Parecía sorprendentemente fresco y rejuvenecido, como si acabara de salir de una refrescante ducha.