Cristóbal la llamó de nuevo, pero su teléfono seguía apagado. Su rostro se contorsionó de ira.
Incapaz de contener sus emociones por más tiempo, Cristóbal descargó su ira tirando la mesa de comedor. El cuidadosamente preparado pastel y platos que ella había hecho con amor se encontraban esparcidos en el suelo, añadiendo al desorden y al caos que ahora reflejaba su tormento interno.
Cristóbal se dirigió a su estudio y llamó a Benjamin.
—Descubre dónde está Abigail —ordenó tan pronto como se estableció la llamada, y cerró de golpe la puerta.
Por otro lado, Abigail se cubrió las orejas con la almohada, con la cabeza retumbándole de dolor por la agitación emocional de la noche anterior. Había llorado hasta quedarse dormida justo antes del amanecer. Sin embargo, su descanso fue efímero, ya que el teléfono vibrante interrumpió su paz.