Cielo regresó al castillo, pero algo no se sentía bien. No se sentía bien dejar a Zamiel solo. Algo le decía que estaba triste. La forma en que se aferró a su mano cuando se iba le dijo que quería que se quedara. Su pesadilla parecía perturbarlo más de lo que admitió.
¿Fue una pesadilla sobre su familia? ¿O el ataúd?
No. Tenía que volver y asegurarse de que estuviera bien. Había prometido protegerlo y nunca más dejar que le hicieran daño.
Cuando llegó a su casa, se sorprendió al verlo de pie exactamente donde lo dejó. Ahora se preocupó mucho más.
—Zamiel. —Lo llamó con cuidado—. Parecía perdido en sus pensamientos. Ni siquiera notó su llegada.
La miró sorprendido. —Cielo, ¿qué te trae de vuelta?
—Estaba preocupada. —dijo—.
Él negó con la cabeza como si se despertara. Luego sonrió. —No hay nada de qué preocuparse.