Había una razón por la que Edvard nunca estuvo realmente preocupado por Quinn, y era porque creía que tenía una carta ganadora. La carta ganadora que tenía era lo que Grenlet acababa de mencionar, el Convento de los Castigadores.
Sin embargo, quedó claro por la mirada confusa en la cara de Quinn que no tenía ni idea acerca de las palabras que Grenlet acababa de pronunciar.
—Parece que solo yo pensaba que esto era una carta ganadora. De todos modos, Quinn parece haberse calmado por ahora —pensó Edvard.
—Pensé que, teniendo sus poderes y a un nivel incluso más fuerte, lo habrías sabido —dijo Edvard.
Buscando en sus numerosos recuerdos, Quinn no pudo pensar en nada, sino solo adivinar que tenía algo que ver con los Castigadores debido a su nombre.
—Los Castigadores fue solo algo que aprendí debido a Arthur y algunos vampiros del pasado —Quinn no entraría en mucho detalle, todavía era un recuerdo doloroso en su cabeza—. Nunca fui oficialmente un Castigador.