Al quitar la última lámina, los ojos de Quinn se quedaron pegados a los guanteletes que veía frente a él. Al igual que los demás, tenía una base de colores rojos por haberse mezclado con la sangre de Alex. Subiendo por los lados de los guanteletes y en la palma misma, se podía ver una energía roja más brillante que emanaba de ellos. Bajando por el brazo, había varios pequeños picos que parecían similares a los que se encontraban en la espalda de un Dalki.
—¿Todavía está activo? —preguntó Quinn, preguntándose por qué la palma y los lados brillaban en rojo.
—Acabo de terminar de crear estos guanteletes. Fueron los que más me llevaron de todo. Creo que la energía de los cristales todavía está saliendo de ellos, pero debería empezar a enfriarse un poco y volver a guanteletes de aspecto normal en unas pocas horas o algo así. —explicó Alex.