La diferencia entre un simple artefacto y una obra maestra radica en la habilidad del Forgemaster para infundir en su creación un núcleo de poder, un sistema circulatorio de maná y múltiples conjuntos de runas externas.
Juntos, otorgaban a un objeto inanimado la capacidad de los seres vivos para producir y controlar múltiples tipos de hechizos al mismo tiempo.
El principal problema para lograr tal resultado surgía del sistema circulatorio de maná que se creaba al injertar cristales de maná en el recipiente del encantamiento. Aparte de asegurarse de usar solo materiales purificados y elegir cuidadosamente dónde colocar los cristales, el Forgemaster no tenía control sobre la forma que asumiría el sistema.
Le tomaría a un mago innumerables intentos encontrar una forma de crear el espacio que el núcleo de poder requería en el centro del artefacto sin obstaculizar la estricta posición que las runas requerían para alcanzar su efecto máximo.