—Tengo un ejército. —La voz de Lith era calmada mientras conjuraba sus Gólems, sus Demonios de la Oscuridad, de los Caídos, de las Llamas, y todos aquellos que respondían a su llamado.
Con cada aliento que tomaba, la torre se llenaba de nuevos Demonios llenos de ira, pero también aumentaba la carga en su cuerpo ya maltratado.
—Hombres. —Salaark suspiró mientras tocaba suavemente la frente de Raaz y luego la de Lith.
Ambos se durmieron, sus mentes finalmente en paz.
Un chasquido de los dedos del Señor Supremo los distorsionó, dejando al resto de la familia desconcertada.
—No hay necesidad de preocuparse, solo los moví a sus respectivas habitaciones. Solus, Elina, quédense con ellos y no se separen ni un segundo. Gracias a ustedes, el sueño será un refugio seguro donde sus mentes encontrarán consuelo y procesarán sus respectivos traumas más rápidamente.