—¡Excelente! —Lith chasqueó los dedos, teletransportando a todos en el bosque.
El invierno aún no había llegado, pero el clima tardío del otoño era demasiado frío y ventoso para la ropa ligera que los Verhen usaban en la comodidad de su hogar.
—¡Lith Verhen! —Elina dijo—. ¿Te das cuenta de que no todos aquí somos Despiertos y que si no fuera por la armadura que llevamos, estaríamos congelados aquí afuera?
—Primero, yo hice esas armaduras. Segundo, no nos vamos a quedar. —Lith se encogió de hombros mientras Solus se sumergía en el suelo como si fuera agua, haciendo aparecer la torre.
—Por mi madre, Elina, me hiciste comer demasiado. Siento que voy a estallar en cualquier momento. —Su cuerpo energético les abrió la puerta, sosteniendo su vientre.
—Lo siento, querida, pero cada vez que veo ese pequeño cuerpo de piedra tuyo, no puedo evitar tratarte como a un niño en crecimiento. —Ella se rió.