Cualquiera que quisiera las cabezas de los Ernas podría contratar a una Bestia mercenaria como Gadorf para hacer el trabajo sucio por ellos. Faluel no dejaría que un extraño entrara en su casa ni que la carta llegara a Quylla antes de examinarla minuciosamente.
—No hay manera de que confíe mis esperanzas y sueños a alguien que acabo de conocer. Si la cagas, estaré acabado. ¿Te importa si espero aquí a que ella llegue? —dijo Morok.
—Sí, me importa —gruñó Faluel a Morok por robarle las palabras de la mente y decirlas en alto—. Lárgate. Cuando llegue Quylla, le hablaré de ti y luego ella podrá decidir si quiere llamarte o no.
—Sí, claro. Si tuviera su runa de contacto, ¿por qué diablos pasaría por esta molestia solo por una maldita carta? Hablaré despacio para que puedas entender. Solo te pedí permiso por cortesía. No voy a moverme de aquí —Morok se sentó en una roca y miró al cielo que se iluminaba.