—¿Me... me acabas de morder? —Alessandra tocó su cuello donde sintió un ligero dolor—. Edgar, no soy algo en lo que puedas morder.
—Discrepo —respondió Edgar, luego lamió donde la había mordido juguetonamente—. Si tuviera la oportunidad, definitivamente te comería.
—¿Me has estado mintiendo? ¿Eres realmente algún tipo de monstruo? —Alessandra se alejó de Edgar en el momento en que sintió sus dientes contra su piel nuevamente. Para cuando regresaran a casa, estaría cubierta de marcas de mordeduras.
Edgar se recostó en el asiento del carruaje, mirando hacia arriba a la mujer en su regazo. —Probablemente —respondió. Edgar estaba tentado a quitarle la máscara ahora, pero era inútil ya que tendría que volver a ponérsela cuando regresaran a casa.