Narra Matthew
El estruendo de un fuerte golpe proveniente de la cocina me hizo abrir los ojos, mi cuerpo tembloroso no me ayudó mucho para poder sentarme sobre mi cama y cuando por fin pude hacerlo me cubrí con las mantas a la altura de mis mejillas.
¿Qué fue eso? —pensé.
No pudo haber sido mi padre quien accidentalmente pudo tirar algo y hacer tal ruido. Él está en su viaje de negocios y no regresará hasta dentro de una larga semana; tampoco era la televisión, recuerdo haberla apagado antes de dormir así que descarté la posibilidad de que fuesen los efectos especiales de una película.
Busqué a mi mascota con mi mirada. No lograba ver a Firus por ningún lado de mi habitación, es bastante extraño ya que suele dormir en el rincón en su pequeña cama donde cabe perfectamente, y de no haber sido por la poca luz de la luna llena que entraba por la ventana, mi habitación se encontraría totalmente a oscuras.
—¿Firus? —susurré—. Ven aquí, muchacho —silbé un poco pero no hubo respuesta.
Por instinto volteé hacia la puerta. Estaba entreabierta y quizá debió haber salido al escuchar ruidos abajo. Finalmente escuché un ladrido, seguido de eso un fuerte golpe y lloriqueos.
—¡FIRUS! —grité.
No me importaba en lo más mínimo poner mi vida en riesgo cuando se trataba de él.
Me puse unas pantuflas que tenía a la vista para salir de mi habitación y bajé las escaleras lo más rápido que mis pies me permitieron para encontrarme con un total caos en el pasillo, muchos de los cuadros colgados en la pared estaban en el suelo con el cristal roto al igual que los jarrones decorativos.
A mitad del pasillo me encontré a Firus tirado y herido con sangre en su pelaje, descarté el resto del desastre cuando encontré a mi mascota. Necesitaba llevarlo a un veterinario urgentemente y por desgracia el único auto que había no estaba en las mejores condiciones, pero era la única opción que tenía si quería salvar a Firus.
Busqué un abrigo que me mantuviera caliente y una manta para cubrir a Firus, posteriormente tomé las llaves del auto y abrí una puerta del auto; regresé a casa y me dispuse a cargar a Firus entre mis brazos; en serio pesaba mucho ya que a duras penas pude llegar hasta el auto, e hice bien en abrir la puerta del copiloto antes de traerlo.
Cerré su puerta y me devolví a la puerta del piloto y entré.
—Por favor enciende —introduje la llave en la ranura para darle un pequeño giro.
El auto encendió sin ningún problema, lo aceleré unos minutos para calentar el motor y lo puse en marcha. La única veterinaria que estaba abierta las 24 horas del día se encontraba a 6 kilómetros de distancia, casi al otro extremo de la ciudad y cerca de las montañas. Las calles estaban completamente abandonadas; no había nadie ni nada sobre ellas ni siquiera un auto estacionado en la acera.
A lo lejos logré visualizar el lugar a donde me dirigía y en cuanto estacioné el auto bajé velozmente de este y cargué a Firus entre mis brazos para entrar a la veterinaria.
—Por favor ayúdenme —la única persona que se encontraba ahí era un hombre joven que se acercó a mí al verme desesperado.
—¿Qué le sucedió?
—Un ladrón entró a mi casa y lo hirió.
—Dámelo. Yo me haré cargo de él —estiró sus brazos.
—Está bien —se lo entregué—. Se lo encargo mucho —aquel hombre llevó a Firus por un pasillo entre sus brazos y entraron a una habitación.
—Él estará bien, no te preocupes —dijo una voz dulce detrás de mí.
No me había percatado que además del enfermero, estaban dos personas más en la sala de espera. Una niña acompañada de quien parecía ser su hermano, pues era muy joven para que aquel tipo fuese su padre. El muchacho parecía ser mayor que yo y la niña parecía tener nueve años.
—¿Cómo te llamas? —la niña me regaló una sonrisa amigable.
—Me llamo Matthew.
—Hola, Matthew. Yo me llamo Melanie y él es mi hermano mayor, Israel —señaló.
—Mucho gusto —les devolví la sonrisa y comencé a jugar con mis manos.
—¿Es él o es ella? —preguntó la niña.
—Perdón, ¿cómo?
—El cachorro...
—Es él, se llama Firus.
—Lindo nombre, ¿lo quieres mucho?
—Si. Fue un regalo de mi madre antes de morir —hice una pausa—, le tengo demasiado cariño.
—Perdónala —respondió su hermano un poco apenado—. A veces ella…
—No te preocupes... Todo está bien —le sonreí, luego comencé a dar vueltas en el lugar.
—¿Por qué no te sientas para que te relajes un poco?
—No gracias... Pero si me quedo sentado esperando sin hacer ningún movimiento, el tiempo será eterno y comenzaré a desesperarme y preocuparme más y más —mis manos estaban temblando.
Traté de pensar en otra cosa para distraerme, pero la imagen de Firus tirado en el piso y ensangrentado aparecía en mi mente cada segundo. Luego de algunos minutos de no tener noticias de mi mascota, el enfermero que se había llevado a Firus regresó.
—¿Podrías venir un momento? —me acerqué al mostrador.
—¿Cómo se encuentra Firus?
—En estos momentos están atendiendo a tu mascota, no te preocupes. Pero necesito que me llenes unos datos, es información básica —me entregó una hoja.
—Está bien —puse mi nombre, edad, nombre de mi mascota y todos los tipos de tratamientos e inyecciones que ha recibido.
—Hola, buenas noches....
Apareció otra mujer que ya había visto anteriormente en el colegio, salió del pasillo de donde se llevaron a mi mascota; traía consigo empujando una pequeña camilla donde ya hacía otro husky en esta; al momento de ver a sus dueños comenzó a mover la cola hacia los lados.
Es Natalia, la chica pelirroja, ¿qué hacía ella aquí?
—¡Pelusa! —gritó Melanie de la emoción y se acercó a la camilla.
—Melanie, baja la voz. Lo siento —su hermano se disculpó con Natalia.
—Descuida. Su mascota ya está mucho mejor y lista para que la puedan llevar a casa.
—¿Escuchaste eso, Pelusa? —la acarició—. Ya podremos irnos a casa.
—¿Sería todo? —la chica pelirroja asintió—. Gracias por todo. Adiós —se abrigaron antes de cruzar la puerta, incluyendo a su mascota.
—Adiós, Matthew...
—Adiós, Melanie —me giré hacia el mostrador—. Aquí tiene —le entregué la hoja.
Sentí la mirada de Natalia sobre mí. Volteé hacia ella discretamente y en efecto, me observaba aunque no sabía exactamente por qué. Dudo mucho que supiera quién era yo o que por lo menos supiera mi nombre.
—¿Es tuyo el husky recién llegado? —preguntó.
—Si... ¿Qué sucede con él? —mi corazón se aceleró—. ¿Está bien? —tomó un respiro, algo que me hizo sentir más nervioso y al parecer ella lo notó al instante.
—Tranquilo, la sangre que tenía en su pelaje no era de él sino de alguien más, probablemente del agresor. Está fuera de peligro, pero necesitará guardar reposo en este lugar un par de días y noches por su bien; aquí le daremos las medidas de atención necesarias. Puedes irte a casa para que puedas descansar sin ninguna preocupación.
—Si eso es lo mejor para él —solté un suspiro—. Está bien. ¿Cuánto tendré que pagar? —por suerte traje la tarjeta de débito que mi padre me había dejado en caso de una emergencia.
—Puedes pagar el mismo día que te lleves a tu mascota.
—De acuerdo, muchas gracias.
—Hasta luego, Matthew.
—¿Sabes mi nombre? —arrugué mi frente.
—La pequeña que acaba de irse te llamó así… Es tu nombre, ¿no? —asentí.
Me dirigí a mi auto para irme a casa. Ahora estaba mucho más tranquilo con saber de qué Firus se recuperará. Entré al auto e introduje la llave para encenderlo y el motor arrancó a duras penas.
Solo espero que no se detenga a medio camino —pensé.
Admito que durante todo el trayecto de regreso a casa tuve miedo ya que Firus no se encontraba conmigo acompañándome y tuve que agarrar con mucha fuerza el volante. Ahora que me encontraba en casa no me sentía seguro; alguien intentó robar e incluso el ladrón podría estar aquí dentro. Revisé la puerta trasera, estaba exactamente igual que cuando me marché hace un par de minutos, intenté acomodarla y lo logré, seguidamente subí a mi habitación con algo de miedo y me acosté de nuevo en mi cama. Fue en ese preciso momento que recordé que mi padre había instalado unas cámaras de seguridad hace meses en el patio trasero.
Tomé el ordenador e ingresé la contraseña de mi padre para tener acceso a las cámaras de seguridad. Las grabaciones tenían un límite de una semana, es decir, la grabación iniciaba un domingo a las 00:00:00 horas y seguía grabando hasta el próximo sábado a las 23:59:00 horas. Comencé a ver el video desde el día domingo y al ver que no había nada extraño lo puse en velocidad x4, estuve observando detalladamente cada escena que pasaba en la pantalla y me detuve cuando apareció la primera silueta; pude observar como Firus había salido de casa un lunes por la madrugada para hacer sus necesidades y segundos más tarde comenzó a ladrar en dirección a la casa del vecino.
Hice un acercamiento después de ver a una persona del otro lado de la cerca. Lo que llamó mi atención fue el reflejo de la luz en sus ojos… resaltaba mucho el brillo.
Espera un momento —me dije a mi mismo—. Ese no es un reflejo cualquiera…
Es… ¿Liam…? ¿Qué hacía casi desnudo a esa hora en el patio trasero?
Hice otro acercamiento en él, no era un reflejo cualquiera simplemente sus ojos resplandecieron de la nada.