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20% Katu: la bruja de la isla / Chapter 5: 4: MONSTRUOS

Chapitre 5: 4: MONSTRUOS

Daniel se salió del agarre y corriendo, fue al huerto de ají a lado de las ventanas del semisótano. Arrancando con cierto asco y guardando todos los que pudo sostener en su polo.

— Daniel — susurró Kaia al llegar a su lado. 

— No estoy seguro — empezó él — pero, sí todos mis hipótesis son correctas. Entonces está bien decir que el ají es su kriptonita.

— No es momento para jugar a Sherlock Holmes — susurro ella, preocupada — vámonos, sé como bajar por el parque sin que nos vean.

— ¿Qué? ¿Qué hay de valeria y la abuela rosa?

Kaia no pudo contenerse a apretar sus labios, aún no había podido conseguir las palabras correctas para decirlo. Pero, lo único que cruzaba por su cabeza era:

" ¿Viste a ese monstruo? seguro es mamá y abuela. No sé como, pero hay monstruos."

Estaba desesperada, pero contuvo su miedo y lo abrazó.

— Estaremos bien, lo juro — aclamo, con determinación en sus palabras antes de alejarse y volver a tomar su mano — vámonos.

Ella no lo sabía, pero de pronto su prioridad: "Su familia y ella", cambió a "Daniel y ella". 

Caminaron con cuidado, tomados de la mano sin darse cuenta del sutil levantamiento del suelo.

Se escabulleron por la pequeña calle de dos carriles, cuando una alarma sonó, no era intensa ni llamativa, tal vez el hecho de tener bocinas solo para la ciudad no sería tan agobiante para quienes vivían en los cerros.

— Es la alarma del estado — anunció Kaia.

Siguieron caminando. Sus ojos revoloteaban alrededor, hasta que un nuevo temblor hizo vibrar la tierra. Y un pronto brillo llamó su atención, mientras que el menor revisaba el carro, los ojos de Kaia se enfocaron en una figura familiar, esa niña de cabellos blancos frente a un círculo destellante morado.

Kaia contuvo la respiración, paralizada por los ojos inocentes de la niña que sonrió de forma macabra.

— ¿Qué ves? andando.

Daniel se acercó, volteando a la palidez vacía de la joven y sus ojos perdidos a la nada. Con un par de ojos que vibraban, como si estuvieran distorsionados. 

— ¿Kaia? — susurro él.

Sabía que algo pasaba con ella, y aunque no sabía cómo ayudarla, lo único que podía hacer era correr. La jalo con fuerza, despertando de su trance.

Al correr, vieron algunas criaturas viendo el cielo o peleando entre ellos, desconocían su fuerza. Pero solo sabían algo, necesitaban ser silenciosos.

— ¡Ayuda! — escucharon.

Era un grito de una niña de cabello negro, entre lagrimas y peluche de un gato. Su sola presencia sorprendió a los dos familiares, Kaia se mantuvo firme, pero Daniel se acercó.

— ¿Estás bien? — preguntó sujetando la mano de Kaia.

— Eres la hija de la señora que vende aji y … Ah — se detuvo la niña, con sus ojos sobre Kaia. 

Paralizada, sus ojos vibraron, al punto de distorsionarse frente a los dos, mientras una corriente de sangre caía por su nariz.

« Como Kaia »

— Ayuda — susurró la niña.

— Perdón — respondió Kaia.

Se sintió mal, la mirada de Kaia se apagó. Tomó la mano de su sobrino y se dispuso a caminar. Vio a los monstruos acercarse a la niña, sin hacer caso a los dos bañados por el aroma del ají y la incredulidad dibujada en Daniel, quien dio un último vistazo a la niña, convirtiéndose en una masa gris.

« Que mierda »

— Detente — ordenó Kaia, en voz baja.

De pronto, frente a los dos, un monstruo con miles de ojos en toda la cabeza los detuvo. Los tres paralizados. 

En una larga profundidad, Daniel sacó uno de los ajíes. Provocando que el monstruo diera un paso atrás.

« En verdad es su kriptonita »

Dispuestos a irse, se sorprendieron cuando un martillo aterrizó contra la cabeza del monstruo.

— ¡CORRAN! — grito Nathaniel, saliendo entre los arbustos con una mochila en la espalda.

Sin embargo, Daniel lo detuvo. Con su índice sobre sus labios, lo callo y con su mano, le pidió que se acercara. Nathaniel tragó saliva, dándose valor para caminar con cuidado hacia ellos. Aunque su vista estaba más enfocada sobre Kaia, triste.

— ¿Cómo es que no hace nada? — preguntó Nathaniel, y se sorprendió cuando el menor mostró ají.

Su solo movimiento, asustó al monstruo saliendo corriendo lejos del grupo, dejando atrás el martillo que Nathaniel recuperó en segundos.

— que rayos — discrepo el adolescente, viendo por donde el monstruo desapareció.

Con cuidado, dio una rápida ojeada a los dos. Su ropa no estaba desgastada, ni manchada. Solo pensando en la suerte con la que corrieron para llegar ahí. Pero, se sentía aliviado. 

Ya no estaba solo.

Sin embargo, por un segundo pensó en su abuela, la que dejó encerrada en casa; y luego, en su padre, dudando de su paradero o si es que se encontraba con vida.

— Nathaniel — llamo Daniel — vámonos.

Ni siquiera lo pensó, aún viendo el rostro inexpresivo de Kaia, decidió seguirlos. A un metro de ellos, más cerca de Daniel, quien empezó a cortar el ají con las manos y lanzarlo por su camino.

— Parece que no les gusta el ají — argumentó el menor, antes de ver su mochila — ¿tenemos agua y comida? ¿Y tú?

Nathaniel tardó en responder, pero luego de voltear hacia Kaia, quieta, a la espera de su conversación, decidió hablar.

— herramientas y una radio.

— ¡Genial! — exclamó Daniel — Busquemos ayuda. ¡ah! y también si alguien sigue vivo.

Nathaniel balbuceó.

Más que sorprendido, preocupado. Se enderezó en su sitio, mientras lo veía caminar hacia Kaia. Ella se mantuvo firme, con una cariñosa expresión para Daniel e incomodidad para él.

« ¿alguien estará vivo? » se preguntó, empezando a caminar detrás del par mientras el rostro de su padre surco por sus memorias. Ahora con tristeza y dolor, apretó el martillo. Se preguntaba si su padre, en algún rincón lejano, también luchaba por sobrevivir.

La idea de que alguien pudiera seguir con vida en medio de esa situación apocalíptica le generaba una mezcla de esperanza y temor. 

Juntos, continuaron avanzando, dejando atrás el rastro de ají cortado por Daniel.

----

Las horas pasaron, mientras bajaban por las faldas del cerro, escondidos dentro de una casa, Kaia buscaba ropa, Nathaniel en el baño y en el suelo de la cocina, Daniel manejaba una laptop.

Tenía un gran presentimiento, confiaba mucho en sus hipótesis y desde que vio los ojos de la niña, sabía que algo andaba mal.

Solo bastó con buscar foros de consultas para encontrar extraños cuentos con la bruja, todos diciendo las mismas palabras:

"Bruja, escuche tus garras, así que por favor ahora escúchame a mí y a mi petición" 

» Justo después de eso, el jugador tendría que vivir por diez segundos la ilusión de la vida de esa mujer. Si es que soportaba el sufrimiento, la bruja regalaría un deseo.

Daniel pudo leer varios comentarios, pero el que más se repetía era:

"Escuchaba un sss…" 

— ¿ Sss ? — se preguntó así mismo, sentado en el suelo de la cocina.

Podría quedarse horas dando vueltas a esos comentarios, pero, de pronto, los ojos distorsionados de Kaia cruzaron por su cabeza. Eran iguales a los ojos vibrantes de la niña segundos antes de que se convirtiera en un monstruo.

Pero, por alguna razón, a diferencia de la niña, Kaia no sangro o se convirtió en monstruo. 

Su lado analitico retumbo, golpeandolo con fuerza obligandolol a pensar en una hipótesis científica. A pesar de que su lado más inocente creía en la bruja, toda su concentración iba hacia los hechos.

El ají, los ojos, los monstruos y la actitud de Valeria.

« Ella se veía rara cuando le dije que quería buscar a la bruja » recordó, pasó hace unos días, en el carro de ella.

— ¿La bruja? ¿crees en eso?

Valeria bufo. Una suave sonrisa ladina que pudo ver de reojo.

— En el colegio hablaban mucho de eso, unas amigas querían jugar y … yo nunca quise jugar. Hubo mucha histeria colectiva.

Parecía una justificación, pero en ningún momento dudo de ella. 

« Entonces, ¿la tía Valeria no creía en la bruja? »

« Y, kaia. Creo que se convertirá en monstruo»


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