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13.79% La teoría de la fe / Chapter 4: Cap. V

Chapitre 4: Cap. V

ʚ Efectos secundarios ɞ

 

 

 

 

 

En periodos de exámenes Luis y Nicolás estaban conversando, minutos antes de que llegase el primer profesor. Por primera vez, Luis hablaba muchísimo, más que cualquier otro día. Le enseñaba canciones y se apegaba demasiado a Nicolás; ya casi no hablaba con Dylan, dándole su total atención a su nuevo amigo.

Nicolás se encontraba distraído viendo los ojos del contrario, notaba un comportamiento extraño cuando él hablaba y este se percató de que algo sucedía.

—Nico, ¿me estás escuchando?

—Sí, sí —asintió—. Solo estaba viendo tus ojos.

—¿Qué pasa con ellos?

—Es que, cuando me mientes tu pupila se contrae. Si te me quedas viendo mucho se dilatan, también pasa cuando hablas de algo que te gusta mucho. Si estás triste, se opaca ese brillo que tiene.

—Dejá de verme a los ojos —apartó la mirada entre risas—. Sos bien fijado. Ya no lo volvás a hacer.

—¿Acaso tengo la razón?

—No sabía que mis ojos hiciesen algo mientras hablaba, así que, no sé.

—Todos formen filas. Ya traje los exámenes —anunció alegre el maestro de matemáticas.

Nicolás salió del último examen, luego de ayudar a sus amigos con las respuestas. Se dirigió a la planta baja para esperarlos. Cruzó la cancha que se encontraba vacía y pidió una orden de papas fritas en la cafetería. Eran las más deliciosas, con mucha salsa y aderezo. Compró jugo de Jamaica y se retiró a buscar una mesa para comer mientras esperaba a sus amigos.

Se quedó congelado al no creer lo que veía. Sentado enfrente de una mesa se encontraba James, observándolo con esos hermosos ojos verdes y dedicándole una amplia sonrisa. Nicolás corrió hacia él, dejando su comida sobre la mesa, la cual rodeó para abrazar a James con fuerza, hundiéndose en su abdomen.

—No llore, ya estoy aquí —le susurró en el oído, aferrándose de él—. ¿Me extrañó?

—Te extrañé muchísimo —sollozó bajo, acurrucándose entre sus brazos—. No te imaginas lo mucho que te extrañé.

—También lo extrañé. Ha pasado tiempo desde la última vez. —Le besó la frente. Se apartaron y ahuecó entre sus manos el rostro del menor, limpiándole las lágrimas con los pulgares—. ¿Recuerda lo que hablamos la última vez?

—Ni me lo digas, no he parado de pensar en lo poco que me dijiste. —Sonrió nervioso, recordando a su vez, las palabras de Paul—. ¿Cuánto tendré que esperar para saber la historia completa?

—Bueno, ya no será necesario esperar tanto tiempo —respondió tartamudo—. Me di cuenta en estos meses, que no quiero esperar más. Estos últimos días en la universidad me hicieron darme cuenta de muchas cosas, eso y varios sueños con la señorita Daysi.

—¿Me lo dirás ahora? —Preguntó con un brillo en sus ojos oscuros.

—Aún no. —Sonrió con picardía—. Espere a nuestro aniversario de amistad —pidió, ocultando su rostro en el hombro de Nicolás—. Ese día se lo diré, ya tengo la bendición de la señorita Daysi —susurró muy bajo lo último.

—¡Falta muy poco! —Se emocionó, dándole la seguridad a James de no haber escuchado el final—. Y estaré de vacaciones cuando eso pase.

—¿En verdad trasnochó por la curiosidad de saber? —Arqueó una ceja.

—No... Tal vez un poquito. —Sonaba poco realista a ese punto—. Bueno, un poco más de lo normal.

—Sea honesto, por favor.

—Un mes —suspiró jugando con sus dedos, sabiendo que estaba mintiendo. James le dirigió una mirada fija, al reincorporarse—. ¡Está bien, lo admito! Desde que me lo dijiste no he dejado de pensar en ello.

—A la próxima dejaré que sea sorpresa. No quiero que se desvele. —Lo suspendió del suelo, haciendo que Nicolás se sentara sobre su regazo—. Me quedaré aquí en lo que usted come.

—¿Quieres? —Le acercó una papa a la boca siendo tomada de un mordisco—. ¡Casi me muerdes! —Se asombró, viéndose el dedo.

—Soy muy cuidadoso cuando se trata de usted. —Se lamió el labio inferior—. Saben muy bien —admitió, luego de tragar.

—Toma James, juguito de Jamaica. —Le extendió la bolsa—. Está bien rico.

—Me siento feliz de estar aquí con usted, extrañaba tanto su forma de ser. —Aceptó un trago y tomó otra papa—. Ahora es mi turno de alimentarlo.

—Quiero que me cuentes cómo te ha tratado tu primer período completo en la universidad. —Mordió la papa, arrebatándola de sus dedos.

—¡Nico, necesito saber la respuesta cinco en filosofía! —Gritó Dylan hasta que vio la escena. Dio la espalda rápidamente, cuando Nicolás se volvió—. Ah, perdón... Volveré luego —titubeó.

Dylan retuvo a Luis al verlo bajando por las escaleras. Le explicó lo que había visto y su mejor opción era dejar que Nicolás tuviese su momento a solas. Ellos sabían de la existencia de James, porque Nicolás lo mencionaba bastante como su mejor amigo; pero ese escenario pareció cambiar para Dylan con lo visto recientemente.

—Mira, fue lo que vi, pero mejor lo dejamos con su novio y nos hacemos los locos si pregunta.

—Estás mintiendo...

—Vos, si acabo de verlo —aseguró, frenándolo con las manos—. Déjalo, que a lo mejor no se han visto por mucho tiempo. Se le nota a Nico. ¡Está bien feliz con él!

Luis se quitó las manos de encima a Dylan, expresando en su rostro cierto desagrado. Bajó para espiar un poco al no poder creer lo que estaban diciéndole. Necesitaba confirmar con sus propios ojos el que otro chico fuese el novio de Nicolás.

Lo primero que divisó fue a Nicolás sonreír ampliamente al lado de James, algo que ninguno de los dos amigos había visto antes. Luis se dio cuenta que Nicolás no estaba siendo completamente libre con ellos, así como ellos se mostraban ante él. Se regresó a la planta de arriba ignorando a Dylan cuando preguntó lo que había visto. Luis no quiso hablar con nadie el resto de la mañana, ni siquiera con el mismo Nicolás.

—Lo sabías, ¿no?

Durante el recreo, Luis fue a traer su merienda –la cual era dejada personalmente–. Observó con una profunda depresión al hombre que se encontraba frente a él; este solo sonrió hasta resaltar sus hoyuelos.

—¿Acaso no fue muy obvio o preferiste mentirte? —Fue lo único que exclamó, antes de reírse.

—Quiero olvidar lo que acabo de ver —susurró, bajando la mirada.

 

[. . .]

 

Los últimas horas de clases pasaron rápidamente por los exámenes. Luis había mostrado un enorme interés en Nicolás luego del receso, llegando a celarlo con Dylan al verlo acercarse bastante. Nadie entendía por qué se molestaba con cualquiera que se le acercara. Al verse desatendido, optaba una actitud resentida hacia ambos y pasaba a conversar con otras personas hasta que se aburría de ellas y regresaba con Nicolás.

Todo esto, se siguió repitiendo hasta la hora de educación física, donde debían quedarse después de clases para practicar las pirámides humanas.

—Nicolás, irás en la cima de la pirámide —indicó el profesor, viendo la estructura—. Andando, para ver cómo queda.

Las primeras personas en la base sintieron el liviano peso del contrario, siendo un alivio; pero al seguir escalando sintieron una extraña sensación, la cual se intensificó cuando Nicolás llegó a la cima.

—¡El suelo está temblando! —Alarmaron la base, sintiendo una intensificación—. ¡Bájense!

—¡No! —Gritó el maestro, viendo la temblorosa pirámide—. No la desarmen, que no está temblando.

—¡Sí lo está! —Insistieron, ahora con el resto de estudiantes.

—¡Qué no! —Los reprendió, logrando que guardasen silencio—. Nicolás, ¿padecés vértigo?

—No, profesor —respondió tartamudo, como un becerro—. Sé que soy yo, pero no es vértigo.

—¡Bajate, chihuahua! —Gritó uno de la base—. ¡A nosotros será los que nos caerá la pije mula de gente si seguís temblando!

—¡Dylan, vos, pónete en su lugar!

—Pero no sean basuras con Nicolás o dejaré que los tumbe con su poder chihuahuense...

La pirámide se inclinó cuando uno de los varones de la base dobló el brazo, al no poder más con los temblores. Para suerte de Nicolás, cayó encima de una persona cuando se vinieron abajo.

—Para que vean, debieron ser mejores con él —se burló, en lo que caminaba entre ellos para llegar con su amigo—. Vos, ¿seguís vivo?

—Lo estoy, lo estoy —respondió nervioso, quitándose de encima—. ¡¿Estás bien?!

Una chica fue su almohada, ella también se veía claramente nerviosa y temblorosa, aunque en menor grado que Nicolás. Entre ambos la ayudaron a levantarse del suelo y ella observó su entorno, sin concentrarse en algo especifico.

—Lo siento —exclamó tímida y ruborizada.

—¡No! Yo soy quien se debe disculpar, ¡te caí encima!

—¿En serio? —Su mirada se amplió con sorpresa y rápidamente, huyó de la escena—. ¡Lo siento mucho!

—¡Espera, creo que estás...!

—Ahí dejala, Nico, que Wanda es bien rara. —Lo sujetó del hombro—. Ya se le va a pasar, tal vez.

«¿Ella es Wanda?». Se sintió confundido al ver su personalidad.

—¡Luis, al fin llegás, te perdiste la chuza perfecta! —Dylan se acercó al susodicho—. Nico hizo...

Las carcajadas de Luis resonaron por todo el salón de usos múltiples, incluso fuera del mismo. Dylan cayó sentado, asustado por la forma tan inesperada en cómo se rio.

Luis se mordió los temblorosos labios, los que soltaban pequeñas risas ahogadas. Se llevó la mano contra la boca y salió nuevamente, con los ojos llorosos.

Nicolás se acercó a ayudar a Dylan, este permaneció en su lugar sin ninguna señal de querer moverse. Al verlo a la cara se encontró con un temor en sus ojos, como si acabase de ser asaltado. Nicolás pasó su mano con lentitud, esperando que este reaccionase.

—¿Estás bien? —Preguntó una vez que lo vio brincar—. Dylan, ¿estás bien?

—Maje, si no hubiese socado, me hubiese meado en los pantalones —respondió, aceptando la mano del contrario para suspenderse—. ¿Lo escuchaste? ¡Sonó igual que el guasón! Que miedo, Nico. No, ahí sí que no le juego.

Luis, se quedó en el pequeño cubículo del baño. Su cuerpo se estremecía violentamente, temblando por la retención de sus carcajadas. Observó atentamente el pequeño orificio en su antebrazo.

Los efectos secundarios se marcharían, junto con el recuerdo de lo que vio ese día.


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