Cuando el tono de llamada sonó junto a ellos, la pareja que estaba allí para recoger a Cheryl la miró sin comprender.
Entonces, vieron a la bonita y pequeña princesa frente a ellos sosteniendo su teléfono móvil. Con una voz suave y linda, dijo:
—Hola, soy C.
—Hola, soy C.
La voz resonó en el teléfono móvil al mismo tiempo. La persona que llamó la miró con incredulidad y luego tartamudeó:
—¿Tú... eres Dios C?
Cheryl asintió.
—¡Ajá!
Colgó.
Para ser sincera, no era tanto que no quisiera identificarse. Más bien, sabía que los dos no creerían que era C aunque se dirigiera a ellos directamente. Por eso se había puesto delante de ellos y había esperado a que la llamaran para confirmar su llegada.
En este sentido, comprendía muy bien a la gente como ellos.
Después de todos estos años, nadie que ella conociera creía que era C, y algunos incluso pensaban que mentía...