Tanya se quedó mirando a Hillary.
Jamás habría esperado que aquella mujer, que se había limitado a intimidarla y humillarla hace cinco años, llegara a robarle su hijo.
En aquel momento sólo tenía algo menos de veinte años.
Hillary se parecía mucho a Jill, pero ella y Tanya no se parecían realmente. Su temperamento y personalidad también eran similares a los de Jill. Esta debe ser una de las razones por las que Jill había preferido a Hillary y no le gustaba Tanya desde que eran niñas, ¿verdad?
Con eso en mente, Tanya se burló: —No lo sabremos hasta que lleguemos al final.
Los ojos de Hillary parpadearon.
En ese momento, Jill, que había entrado un momento después que Hillary, las vio a las dos. Inmediatamente se acercó, estiró el brazo y le dio una bofetada a Tanya en la mejilla.
—¡Pequeña zorra! ¿Quién te dijo que podías volver a Estados Unidos? Es tu culpa que las cosas hayan llegado a este punto.
Tanya dio un paso atrás.