Nora miró alrededor del lugar después de entrar.
La Escuela de Artes Marciales Quinn estaba situada en el corazón de Nueva York. El hecho de que pudieran ocupar un edificio tan grande para su gimnasio de artes marciales en un lugar como ese, demostraba lo profunda y sólida que era la trayectoria de la institución.
Los discípulos del gimnasio estaban divididos en varias clases y gritaban enérgicamente mientras entrenaban. Nadase parecía al estado «marchito y moribundo» que el anciano había afirmado que era.
Así, al oír que intentaba engañarla de nuevo, Nora se hurgó las orejas y respondió: —Dime cuál es el secreto y después decidiré.
Quinn se quedó sin palabras. Todos los demás suplicaban ser tomados como discípulos, así que ¿por qué le resultaba tan difícil encontrar un sucesor? Por fin había encontrado al hijo de esa mujer después de tantos problemas, y además era un chico con talento, ¡pero lo único que su madre hacía era dormir!