Negándose a retroceder ante un solo oponente, el ejército se lanzó al ataque, solo para comenzar a ser horriblemente masacrados por su enemigo mientras este rugía. Todos se quedaron atónitos ante la increíble escena, incapaces de creer que en verdad pudiera acabar tan fácilmente con todo un ejército. Argonaut era el más afectado de todos puesto que se había dado cuenta de la verdadera identidad del legendario general. Los demás pronto también se dieron cuenta que en realidad era un monstruo, un Minotauro, cuando se quitó el casco y comenzó a devorar a sus adversarios. El ejercito enemigo trató de retirarse pero no pudieron hacerlo al haber sido bloqueada su única salida por los soldados de la capital. Inmóviles, los candidatos a héroes observaron como el monstruo continuaba su festín.
De vuelta en Lakrios, Argonuat se dirigió a la habitación de Olna a pedirle una explicación. Ella calmadamente le contó que hace tres generaciones, cuando la capital estaba cayendo bajo el ataque de monstruos, una misteriosa cadena irrompible cayó del cielo. El rey de ese entonces la usó para subyugar un Minotauro, teniendo éxito en el proceso. Desde entonces, la bestia había sido controlada y usada para defender la ciudad. Él le preguntó como conocía tal secreto si era solo una invitada, pero ella se negó a responder. En su lugar, continuo contándole más, revelándole que el precio por mantener el control sobre el Minotauro era ofrecerle constantemente sacrificios, personas que tuvieran un lazo de sangre con el dueño de la cadena.
Tras escuchar esto último, Argonaut se horrorizó al darse cuenta que Ariadne era el próximo sacrificio. Olna le dijo que ella era consciente de su destino pero se había negado a aceptarlo. Sin embargo, después de conocerlo, se había resignado a ello con tal de proteger su vida. Determinado a impedir que muriera, Argonaut salió corriendo de la habitación para intentar salvarla pese a las advertencias de Olna que ello solo haría que lo mataran.
Recordando la puerta en el campo de batalla, determinó que ella debía estar captiva bajo tierra. En su camino notó que no había nadie, sospechando que estaba siendo guiado en una trampa. Encarado por el rey mismo, Argonaut le preguntó como era capaz de alimentar al Minotauro con sus propios hijos. Este respondió que era su deber como gobernante proteger a la mayoría sobre una sola persona, incluso si era su propia familia. El chico se negó a aceptar que aquello estuviera bien y, no satisfecho con eso, cuestionó aún más sus acciones, señalando que había comenzado la guerra solo para satisfacer el apetito del monstruo.
Sorprendido, el rey lo felicitó por su acertada deducción y le preguntó que debería haber hecho entonces. Argonaut declaró que debería haber terminado con ello, pues tarde o temprano se quería sin sacrificios, recalcando que esa era su situación actual con él y Ariadne como los últimos miembros de la familia real. El soberano admitió que tenía razón, recordando que para cuando se dio cuenta que requería sangre pura era muy tarde para relacionarse con otras familias reales. Igualmente, reconoció estar algo reacio a sacrificar a su hija, sorprendido que todavía quedara algo de amor en él.
Al escuchar esto último Argonaut reconoció con tristeza que el rey había perdido la cordura, algo que él mismo confirmó. En un desesperado intento el joven le pidió su ayuda para acabar con la bestia pero él se negó, repitiendo que era necesario para proteger la ciudad. Ante esto el chico declaró que entonces rescataría a la princesa, incitando al rey a llamar a sus caballeros. Luego de mentirles sobre Argonaut había tomado a la princesa cautiva, ordenó que esparcieran el mensaje y lo capturaran.
Elmina transmitió el mensaje a los candidatos a héroes, quienes conscientes de la verdad sobre el Minotauro dedujeron que era una mentira. No obstante, no tuvieron más opción que resignarse cuando ella les recordó las recompensas del rey por su servicio. En medio de su huida, Argonaut fue confrontado por los candidatos a héroes aparte de sus amigos. Luego de una batalla con ellos se encontró nuevamente ante Elmina. No obstante, al igual que antes, Feena usó Flare Burn para protegerlo y otorgarle una oportunidad de escape, la cual, pese a no querer dejar a su hermana atrás, fue forzado a tomar. Poco después, encarado una vez más por la Amazona, Garms fue quien acudió a ayudarlo en esta ocasión, fingiendo que lo atacaba y golpeándolo con su mazo de batalla para enviarlo volando, permitiéndole huir.
Aterrizando en otra torre, Argonaut prosiguió con su escape, encontrándose esta vez con Ryuulu. La Elfa lamentó su situación actual, así como incapacidad para ayudarlo tanto antes como en ese momento. Aún así, le informó sobre una vía de escape en el sótano de esa torre. El chico le preguntó si recibiría ayuda de "él", sin embargo, ella le recordó que él aún tenía algo que proteger, por lo que no podría hacerlo.
Habiendo llegado finalmente bajo tierra, Argonaut se reunió con Yuri, quien le dijo que lo capturaría por orden del rey. Tras acertar un golpe el Hombre Lobo le reclamó con furia, cuestionando el porque no había usado su velocidad para esquivar su golpe o su constante parloteo para engañarlo y así poder huir. Furioso, le preguntó si su historia acabaría allí. Ante esas palabras, el joven Humano mencionó que verdaderamente tenía un corazón amable.
Al escuchar esto Yuri arremetió una vez más para atacar, creando un hueco en la pared con su golpe. Después procedió a inventar una historia en la que había creído haber acabado con él con aquel golpe, oportunidad que Argonaut aprovechó la para escapar. Comprendiendo lo que estaba haciendo, Argonaut le agradeció por su ayuda, provocando que este recordara cuando le había pedido su nombre para agradecerle. El chico le agradeció por todas las veces que lo salvó, afectando al Hombre Lobo, quien le dijo que se fuera.