"Hmmnh~"
"Ahhnn~"
"Hnhnn~"
"Alex-samaaa~"
Maia agarraba la cabeza de Alexander, con sus dedos entre su cabello escarlata, mientras se sentía tan bien que no podía pensar con claridad.
Miró un poco más hacia abajo...
"Hmm"
*Chupar* *Chupar*
Alexander estaba jugueteando con los labios de su tierna vagina rosada, a veces mordía o a veces sorbía, y Maia se arqueaba al sentir una corriente eléctrica bajando por sobre toda su columna hasta la punta de sus pies, que estaban ligeramente dobladas del placer en este momento.
Maia sentía que se desmayaría si esto continuaba así, y aunque sabía que no sería nada malo, todavía tenía un poco de miedo de este sentimiento tan peligroso que se sentía.
...
Ciertamente, Maia sabía lo que era el sexo, y también sabía de las relaciones de las personas que se quieren.
Ella podía decirse a sí misma como "experimentada", ya que su pasado siempre estuvo lleno de todo tipo de cosas...
E incluso Maia misma había presenciado como su amiga se masturbaba delante de ella.
Pero...
Aún así...
Ella tenía simplemente demasiada vergüenza para hacerlo por sí misma, tanta, que aunque su mano se dirigía a veces debajo de su ropa, no hacía mucho, no llegaba.
Además, y principalmente, Maia simplemente era una de las humanas más ocupadas de este Mundo.
Dirección de la Ciudad, entrenamiento, política, reglas, acomodamiento del ejército, parcialidad de la ley, servir de embajadora en otras ciudades, defender la humanidad, guerra, batallas sangrientas con monstruos y demonios... etc, ect, etc.
La humanidad en este Mundo, o en este gran Continente, era muy pequeña, muy desgastada... muy inmadura.
Sólo existían 7 Ciudades construidas conocidas, y en papeles.
Claro, existían muchas más poblaciones y demás regadas por doquier, incluso Maia misma había visto algunas, pero...
En general, si se pusiera en una escala de una mayor nivel, y en términos bélicos, prácticamente sería Humanidad 3%... Enemigos de la Humanidad... 87%...
El pequeño porciento que quedaba de libre, era sólo de todo aquello que en instancias de no ser partidario del Caos, actuaban neutrales.
O sea, Maia, siendo una de las 7 Principales figuras de la Humanidad, y en específico, de la Primera y más pequeña de las 4 Grandes Ciudades, estaba hasta el techo de trabajo... se podría decir.
Aunque bueno, prácticamente, lo único que realmente la molestaba, a la hora de sus ocupaciones, eran...
... Aquellas en donde se debía usar la cabeza.
Maia también pensó que según los cuentos Antiguos, existirían Héroes, que serían alzados, héroes que romperían con el flujo oscuro de este Mundo, pero a parte de Su Majestad, Celestine Lucross... no había nadie registrado...
Entonces, justo en un momento de su vida en el que menos se lo esperaba...
El Destino decidió sorprenderla de una manera... bastante trágica, se podría decir.
Nunca se había enamorado, y nunca había tenido la esperanza de que la guerra terminaría.
Pero, esto se vió forzado a ser cambiado de raíz y de golpe, por un Hombre.
Maia, sabía muy bien la calidad que ella misma poseía, aunque su sentido de inferioridad e inseguridad siempre estaban allí, ella podría decir que conservaba la apariencia de una de las mujeres, de toda la humanidad conocida, por esto, es que no habían faltado hombres en cortejarla.
Maia sólo tenía que mirar a una persona, para saber su carácter, para saber su disposición hacia la vida.
La experiencia de guerra, el cuerpo especial que tenía, sus años de jefatura, se pondría nombrar varios...
Pero cuando Maia miró a Alexander por primera vez, cuando lo analizó, y cuando sintió las cálidas y extrañas manos sobre su cabeza... aunque no era Prim, podía decir que este hombre, que había matado a uno de los principales Nobles de la Ciudad, y degollado sin pestañear a otros más, era indiscutiblemente una buena persona.
Maia sintió un tirón, Maia sintió que algo desconocido, algo refrescante, algo... acogedor, la envolvió, cada vez que hablaba con este hombre.
Maia se preguntaba si el era realmente un humano.
Maia se preguntaba si era un Dios, o el descendiente de uno.
Maia, por primera vez en su corta, trágica, y larga vida, decidió apostar.
Ella apostaría por este hombre, por ella misma, y por que podría salvarla tanto a ella, como al Mundo.
Porque...
Aunque el requisito más difícil incluso antes de tener las calificaciones para hacerlo, ser Digno, era algo que este hombre era.
...
"¡Ahhhhhhnnnnnnmmmggnnmm~!"
Maia no pudo continuar pensando para si misma, cuando se vino tan estrepitosamente.
Alexander se levantó de donde estaba, y besó la boca de Maia, cuando esta se sentía más débil, y más feliz que nunca.
Un tiempo pasó en silencio.
Alexander miraba la cara de Maia muy de cerca, y ella hacía lo mismo.
Parecían querer quemar esta cara que tenían en frente suyo, en sus memorias.
"Me alegro..." Maia empezó a decir con un tono débil, mirando los profundos ojos de Alexander.
"Me alegro de que tu hayas aparecido en mi vida..."
Se sentía como un suspiro, como algo que había sido dicho con tanto Amor, con tanta debilidad, que Alexander...
"Maia..."
...
Él realmente no lo entendía.
Él no lo entendía.
Para nada, esos ojos...
Alexander no sabía absolutamente, porqué las mujeres tenían este tipo de miradas, porqué podían ponerlas tan naturalmente.
No tenía nada que ver con estuviera en un Mundo que antes pensaba era ficticio, ya que en su Mundo también había visto este tipo de miradas.
Él sabía que como el tema de este Mundo era un Hentai, las mujeres serían lo que muchos llamaban "fáciles", pero...
Alexander no podía tomarse esto de broma, realmente no.
Los ojos de la mujer en frente de él, evocaban un sentimiento tan grande, que serían del que una Esposa fiel tenía por su Marido, de años.
Alexander se encontraba revisando sus pensamientos acerca de las mujeres, casi diariamente.
No importa si era un día, una hora, un segundo, una mirada, Alexander sentía que su debilidad era ciertamente un delicioso problema, y por mucho que no quisiera... no debería dejar que su Alma... fuera tan fácilmente afectada.
...
Después de hablar, el silencio los volvió a saludar.
Alexander no se dió cuenta...
... Ya que simplemente quería seguir apreciando este tipo de mirada, y Maia, también quería descubrir todos los secretos de Alexander, pues los secretos de los hombres eran una de las armas más mortales en contra de las mujeres...
Pero...
En su Alma, o más específicamente, en su Dantian...
Sobre la pequeña figura que existía de él mismo, se encontraba un Trono algo ilusorio, casi invisible.
Pero en este momento, aparecieron sigilosamente, de manera abstracta y entrañable, algunos detalles más de lado de el Trono, casi como si fuera... puestos libres, o puestos vacíos, aunque la transparencia había sido la misma que la del Trono.
Inequívocamente haciendo casi omiso de todo esto, Alexander besó ligeramente a Maia.
Se separaron nuevamente, y mientras se miraban con la misma intensidad... Alexander tomó su Dragón y lo puso en los cachetes de la vagina de Maia, que estaban tan calientes, que parecían querer recibirlo.
No hubo palabras, y no hubo percances...
En ese momento, más que algo lujurioso, era algo sagrado.
.......