—¿Y cómo empezaremos? — le pregunté.
—Acuéstate en la cama.
—Yo siguiendo órdenes de una chica, que bello es todo.
—Deja de protestar tanto.
—Lo siento.
Me acosté en la cama y me le quedé viendo. Ella comenzó a bailar de una forma bastante provocativa y estaba esperando que se le subiera aunque sea un poco la lencería, pero no lo hacía.
—Estoy considerando poner un tubo en el medio de la habitación.
—John, por favor.
—Lo siento.
—Estás dañando el momento.
—Pero y qué culpa tengo de que desee verte haciendo…— se me quedó viendo y carraspeé—. Haré silencio mejor.
Golpeó su frente y rio.
—Esto no es lo tuyo, John.
Me levanté de la cama y me acerqué a ella.
—Entonces bailemos los dos.
—¿Y tú sabes bailar?
—No, pero haciendo el ridículo me di cuenta que soy un experto — ambos reímos.
—Pero se supone que haya sido yo.
—Haz silencio— agarré sus dos manos y las llevé a mi torso, las dejé ahí para bajar mis manos a sus caderas.
—Rayos, John— acarició mi torso y lo apretó.
—Ahora puedes moverte como lo estabas haciendo, y así puedo acariciarte a la vez.
Ella continuó moviendo sus caderas y la combinación con esa ropa tan sexy, la hacía ver el triple de atractiva. Traté de moverme a la velocidad de ella, pero no podía concentrarme en moverme, cuando sus caderas se movían de esa forma tan sensual. Al ser un poco más alto que ella, solamente mirarla desde este ángulo, podía ver sus dos senos y el autocontrol se estaba poco a poco acabando.
Fui descendiendo mi mano, un poco más abajo de sus piernas y lo levanté lentamente hasta poder tener contacto con su trasero directactamente. Lo que no estaba cubriendo la ropa interior de su gran trasero, lo agarré firme y dejé escapar un suspiro. La pegué más a mi para poder agarrar ambos y la emoción se mostró por todos lados.
—¡Maldición!
—John…
—¿Otra vez la cagué? No he hecho nada malo.
—Me estás atravesando — se tapó la cara y su risa me hizo soltarla.
—Bueno, nadie te manda a jugar conmigo. Estoy sufriendo demasiado.
—Esta bien.
Caminó a la cama y se colocó en cuatro patas, mostrando el monumento de Satanás delante de mí.
—Tú estás jugando con fuego, Daisy.
—Tócame.
No lo pensé dos veces. Me acerqué y las agarré a la vez. Son jodidamente suaves y grandes. Este demonio me está tentando y no sé si pueda aguantar más de esto.
—¿Por qué no dejamos esto para otro día?
—Compórtate.
—¿Cómo puedes pedirme eso cuando estás fotografiándome con ese trasero gigante? — los apreté fuertemente y ella se quejó.
Le di una nalgada, solo para ver cómo se movían como gelatina. Esa tanga le quedaba perfecta. Quisiera partirla por el medio. Respiré hondo y ella rio.
—No es gracioso. Es un momento muy cruel y duro para mí. Esta terapia terminará mandándome a un manicomio.
—Acuéstate— me pidió.
Me acosté, y al ver que se puso entre mis piernas, la detuve.
—No, chula. Date la vuelta y pon todo eso en mi cara.
—Te he dicho que no digas esas cosas así.
—Avanza o voy a romper las reglas y no solamente a ellas. No olvides que tú me haces romperlas muy fácil.
Se subió sobre mí y puso todo ese monumento en mi cara. Era como otro sueño hecho realidad. Llevé mis manos a su trasero y lo abrí. El hilo de la tanga se veía muy sexy, dividía claramente lo que estaba a punto de comerme. Se veía muy húmeda y mordí mis labios con tener semejante banquete en frente.
—Esto es demasiado vergonzoso, John.
—Deberías callar tu boca, ahí tienes con que entretenerte. Déjame entretenerme con lo que me corresponde— reí.
Las abría y las cerraba, solo para ver sus movimientos. Tiene un cuerpo muy erótico. Ella no tardó en llevarlo a su boca. Estaba viendo estrellas y era solo el comienzo. Se sentía muy bien esa sensación que producía su boca en el. Acerqué mi lengua a su ropa interior y la lamí por encima. Su humedad se hacía cada vez más visiblemente en su ropa interior. Su sabor era exquisito. Moví a un lado su ropa interior y pude apreciar el paraíso, no pude evitar probarla directamente. Tomar de ella, es algo magnífico. Saber que se encuentra así por mi, me hacía sentir bien. Movía mi lengua con desespero, deseoso de probar cada parte de ella. Sus gemidos me provocaban a hacerlo más y más rápido. Ella estaba haciendo un buen trabajo, tanto que, no podía parar de quejarme. Esta mujer es una diosa. Metí dos dedos dentro y ella se quejó, enterrando sus uñas en mi pierna. Di suaves chupones en su clítoris, solo para verla temblar. Continuamos así por un largo tiempo. Estaba muy sensible, creo que el embarazo la ha puesto así. Estaba tan excitada, que lo estaba haciendo muy rápido, y si dejaba que continuara, iba a terminar antes de tiempo. La hice bajarse y quise que se pusiera en la misma posición.
—No seas tan brusco.
—Ya lo sé.
Claro que lo sé, pero qué difícil se me hace. Ya parezco un virgencito de pacotilla. Acerqué mi pene a su vagina y lo froté en su entrada, traté de penetrarla suavemente, pero esas ganas de romperla, me estaban quemando por dentro. Al llegar a lo más profundo de ella, me estremecí. Llevé mis dos manos a sus caderas y la embestía suavemente. En realidad no sé sentía mal, estaba increíblemente caliente y húmedo. Es como si ella lo estuviera sintiendo mejor. Cada vez que la penetraba, podía ver claramente lo húmedo que salía y eso me volvía loco. Me aferré a su cuerpo para alzarla y quedar justo detrás de ella.
—¿No darás ninguna queja, cosita? — susurré en su oído.
—Ninguna.
Llevé mi mano a su mejilla y la acaricié, su piel siempre es muy suave. Bajé mi mano a su cuello y giré su rostro para besarla, mientras continuaba penetrándola suavemente. Estuvimos así por unos minutos, pero quería ver mejor su rostro, y en esta posición no podía contemplarla como quería. Me detuve y me senté en el medio de la cama, la hice sentar sobre mí y ella comprendió lo que quería. Se aferró a mi cuello y se movió lentamente. Coloqué una mano alrededor de su cuerpo para mantenerla firme. Se sentía mucho mejor poder apreciar sus expresiones en calor y escuchar sus gemidos.
Entrelacé mi otra mano en su pelo y la besé apasionadamente, y ella entrelazó la suya en el mío. Metí mi mano por debajo de su lencería y acaricié su espalda. Esos besos húmedos se han convertido en otra debilidad. Fui descendiendo de su boca a su mentón, hasta llegar a su cuello, dando suaves y deseosos besos. Quería adueñarme de su cuerpo, pero en especial de su dulce y suave cuello. Ese deseo egoísta de tenerla para mí, de que solo sea mía; es algo que me carcome por dentro y que cuando estamos en la cama, ese deseo incontrolable e insaciable se agudiza; y muchas veces es más fuerte que yo. No quiero que siga conociendo esas partes tan patéticas de mi.
Llevé mis manos a sus caderas para ayudarla y chupé su pezón por encima de la lencería. Sentí cuando enterró sus uñas en mi espalda y gimió mi nombre. Si ella supiera como me enciende eso, lo haría más a menudo. Se estaba moviendo un poco más rápido y se sentía tan bien, que ese escalofrío no dudó en aparecer. La besé y la abracé, acercándola lo más que podía a mi. Estaba a mi límite, ya no podía aguantar más de estas sensaciones, que solo ella causa. Creí que tardaría por la velocidad, pero no fue así. Justo en ese momento de acabar dentro de ella, su cuerpo se estremeció. Siempre lo hace y es magnífico sentirla así. Ella sujetó con sus dos manos mi rostro y sonrió.
—Te amo, John— murmuró.
Me sentía incómodo para mirarla en ese momento.
—Eres… — no encontraba qué decir y recosté mi cara en su pecho.
Al escucharla reír, la abracé, y me tiré hacia atrás en la cama con ella. Presioné su cabeza en mi pecho, no quería que me viera en este momento.
—Tu corazón está muy agitado, John.
—Tú causas eso, así que ya no digas más — despeiné su pelo y le dí un beso en la cabeza, su pelo siempre huele muy bien —. Yo también lo hago, mocosa.
—¿Haces qué? — rio.
—¿Realmente me harás repetirlo?
—Sí.
—Te amo, cosita.
—No es difícil, ¿Lo ves? Incluso tu corazón se agitó más.
—Cállate de una vez.
Daisy rio.
Cuando es la persona con la que mezclas algún sentimiento, las cosas dejan de ser como antes. No importa cómo, dónde, o lo que hagas, simplemente disfrutas de todo porque estás con ella, y porque sabes que es especial e importante para ti. No había descubierto cuánto poder tiene sobre mí, hasta ahora.