Estuvimos 10 minutos estacionados frente a la farmacia. ¿Realmente tengo que hacer esto otra vez? Ella no puede bajarse así, pero recordar la otra vez que tuve que hacer esto por Juliana, me tortura.
—No tienes que hacerlo, yo puedo ir.
—Deja las tonterías. ¿Quieres que te vean o qué?
—Mientras tenga tu gabán no me verán.
—¿Y si se te cae frente a todos? Yo lo hago, tengo la solución— busqué en la gaveta unas gafas oscuras.
—Así no te va a reconocer nadie de seguro — su tono sarcástico, y su risa me molestó.
—Si vuelves a reírte, te haré bajar conmigo— abrí la puerta y salí del auto.
—¿No olvidas algo?— me preguntó al bajar la ventanilla.
—¿Qué cosa?
—El tamaño, la marca y eso.
—Dejándome llevar por lo ajustada que debes estar, no creo que sea mucho lo que salga, ¿O si?—su rostro de vergüenza me dio algo de risa.
—¡Idiota!— cerró la ventanilla. ¿Qué dije? ¿Acaso eso no tiene que ver? Siento como si estuviera cuidando a una mocosa niña, en vez de una mujer.
Entré a la farmacia y miré a todos lados. Hagamos de cuenta que estoy espiando a alguien y no puedo permitir que me noten, tengo que ser rápido. Fui al área de mujeres y había una chica ahí, tuve que darme la vuelta y mirar otras cosas. Sujeté una prueba de embarazo y la volví a colocar rápidamente en su sitio, esto es peor que planificar un asesinato. Al ver que se fue, me acerqué a buscar lo que necesitaba y cogí las más grandes que se veían. Creo que fue las mismas que me pidió Juliana el otro día. Lo metí por debajo de mi brazo y caminé hacia la cajera, quien se me quedó mirando mientras me atendía.
—No son para mi — comenté mirando para ambos lados.
—Estoy segura que no — lo empacó en una bolsa negra, y sonrió.
—¿Tiene algún medicamento bueno para ese tipo de dolor?
—Sí.
—Añádelo, por favor— lo metió a la bolsa, junto a lo demás y sonrió.
—Gracias por su compra. Buenas noches— bajé la cabeza y seguí caminando.
Al menos esta vez nadie me reconoció. La primera vez que lo hice, me encontré con medio mundo y eso fue muy incómodo. Llegué al auto y le pasé la bolsa, me quité las gafas y suspiré, para poder seguir manejando.
—Gracias, John.
—No me des las gracias, ya te dije que es extraño.
—Siempre andas ayudándome, es lo menos que puedo hacer.
—Eres una terca e inútil, ¿Qué más puedo hacer?
—Siempre eres tan amable.
—¿Amable?
—Entre más trates de aparentar, siempre terminas demostrando tu lado tierno— sonrió.
—¿Me estás jodiendo? Ni que fuera un oso de peluche. Estás perdiendo la cabeza, loca—Daisy seguía riendo—. Si continúas, te dejaré en medio de la calle.
—Lo siento — se giró hacia la ventana y se tapó la cara.
—No creas que no me doy cuenta de lo que estás haciendo— detuve el auto y me giré hacia ella—. ¿Qué me darás a cambio de lo que hice?— su risa se pasmó.
—¿Darte de qué? No tengo dinero, no tengo nada que pueda darte.
—No sé, sorpréndeme— se quedó en silencio pensando.
—No puedo darte mi cuerpo, si es a eso que te refieres.
—Hay otras cosas que puedes darme. Ese agujero está ocupado ahora, pero tienes dos partes más que están desocupadas.
—Lo siento, John.
—¿Por qué?— se acercó inesperadamente y me besó en la mejilla. Acababa de cogerme con la guardia baja, no esperaba que me atacara así y por eso no pude impedirlo. Es la primera vez que una mujer me besa de esa forma, y lo peor es que, no me desagradó como pensaba.
—¿Qué demonios a sido eso? Creí que te había dicho algo, pero veo que no fui suficientemente claro, mocosa.
—Acabo de robarte el mismo beso que me robaste ese día, ahora estamos a mano.
—No es lo mismo.
—¿Esperabas que te besara en la boca? Te ves decepcionado.
—Deja de decir ridiculeces. ¿Por qué querría un beso tuyo? Incluso en esos eres una inútil. ¿Te parezco un bebé de teta para que andes besándome como si fueras mi madre?
—Con eso confirmas que querías que te besara en la boca.
—Si quisiera eso, lo hubiera hecho yo mismo.
—No me pareces honesto— le callaría la boca, pero no puedo fallar otra vez. Estoy teniendo muchos deslices por ella.
—Te quedarás con las ganas, mojona. No voy a besarte, loca.
—Y luego la inútil soy yo, cobarde. ¿Por qué le temes a los besos? ¿Tuviste una mala experiencia?— sonrió.
—¿Qué dijiste? — le sujeté fuertemente el mentón—. Repite lo que dijiste, mocosa de mierda.
—Que eres un cobarde, pero no me interesa un beso tuyo y menos luego de recibir servicios. No quiero probar las sobras de alguien más.
—¿Y quién te dijo que besé a alguien más? ¿Acaso está celosa la mocosa?
—¿Celosa de ti? Ni que fuéramos algo.
—Entonces ¿por qué mencionas eso mientras estamos en medio de algo?
—¿En medio de qué? Yo no veo que estemos en medio de nada— ¿Así que de eso se trata? Debo darle un poco de disciplina a esta insolente. Me cambié a su asiento y presioné el botón para bajarlo—. ¿Qué rayos estás haciendo?
—Dijiste que no te parecía que estuviéramos en medio de nada, ¿Ahora te parece?
—Quítate de encima de mi.
—No lo haré.
—Aún si quieres hacer algo, estoy en mis días y no podrás.
—¿Y crees que eso me va a detener? Estoy acostumbrado a ver sangre de todo tipo, ¿Lo olvidas? Me he manchado de sangre toda la vida, una vez más y en una circunstancia donde voy a disfrutar, no me molestaría en lo absoluto— se me quedó viendo asustada.
—Tú no estás hablando en serio, ¿Verdad?— me acomodé entre sus piernas y la encaré.
—¿Te parece que miento?
—Esto no es gracioso. Déjame tranquila, me duele mucho.
—Al principio dolerá, pero te acostumbrarás luego.
—Deja de decir esas cosas tan despreocupadamente, siempre haces lo mismo.
—¿Te excita que hable así, y por eso no quieres que lo haga?
—¿Quién se va a encender por eso?
—Demuéstrame que no es cierto y sé buena. Supongo que si estás en esos días, no quedarías embarazada por estar conmigo, ¿Verdad?
—¡Eres un idiota!— golpeó mi pecho con ambas manos y las sujeté.
—Anda, rompe ese miedo, y atrévete a probar algo bueno.
—¡Te odio! — gritó. Cada vez que dice eso, me enciende. Creí haber saciado la necesidad por ahora, pero al parecer ha regresado. ¿Cómo puedo ponerme así con una mocosa que ni experiencia tiene? ¡Que fastidio!
—Ya es suficiente, ya pudiste vengarte como querías, ya déjame.
—Yo decido que es o no suficiente — sus labios estaban a centímetro de los míos, podría besarla si quisiera. ¿A dónde se fueron mis putas reglas otra vez? Tengo ese antojo de ella y si continúo con esto, no podré detenerme después. Quiero acabarla y algo dentro de mí me detiene. ¡Es frustrante!