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46.59% EL Mundo del Río / Chapter 130: EL OSCURO DESIGNIO (68)

Chapitre 130: EL OSCURO DESIGNIO (68)

En varios aspectos dijo Nur, la Iglesia de la Segunda Oportunidad y los sufíes concuerdan. Los de la Segunda Oportunidad, sin embargo, poseen algunos términos técnicos en algún modo distintos que pueden conducirte a pensar que cada uno se refiere a cosas distintas.

»La meta final de los de la Segunda Oportunidad y los sufíes es la misma. Ignorando las diferencias de tecnologías, ambos proclaman que el yo individual debe ser absorbido por el yo universal. Es decir, por Alá, Dios, el Creador, el Real, llámalo como quieras.

¿Y esto significa que el ser individual queda aniquilado?

No. Absorbido. Aniquilación es destrucción. En la absorción el alma individual, el ka o brahmán, pasa a ser parte del yo universal.

¿Y eso significa que el individuo pierde su consciencia de sí mismo, su individualidad?

¿Que deja de ser consciente de su existencia como tal?

Sí, pero pasa a formar parte del Gran Yo. ¿Qué es la pérdida de la consciencia de si mismo como individualidad comparada con él logro de la consciencia de si mismo como Dios?

Eso me hace estremecer horrorizado. Es igual que estar muerto. Una vez dejas de ser consciente de ti mismo, estás muerto. No, no puedo comprender por qué los de la Segunda Oportunidad o los budistas o los hindúes o los sufíes piensan que este estado es deseable.

»Sin autoconsciencia, el individuo se halla efectivamente muerto.

Si tú hubieras experimentado ese éxtasis con la experiencia de los sufíes en un estado de desarrollo, el tránsito, comprenderías. ¿Puede una persona ciega de nacimiento verse henchida por el éxtasis cuando aquellos que poseen el don de la vista están contemplando una gloriosa puesta de sol?

Eso es exactamente dijo Frigate. Yo he tenido experiencias místicas. Tres.

»Una fue cuando tenía treinta y seis años de edad. Estaba trabajando en una acería. En los pozos térmicos. Allí grandes grúas toman los enormes lingotes de los moldes donde ha sido echado el metal en fusión. Una vez endurecidos, los lingotes en proceso de enfriamiento son trasladados a pozos alimentados por gas que los mantienen calientes. De allí son llevados a la laminadora.

»Cuando trabajaba en los pozos, imaginaba que los lingotes eran almas. Almas perdidas en las llamas del purgatorio. Eran purificadas en las llamas por un cierto tiempo, luego trasladadas al lugar donde eran comprimidas, adoptando la forma necesaria para ir al cielo. Del mismo modo que los grandes rodillos de la laminadora aplastaban los lingotes, modelándolos, empujando las impurezas hacia los bordes de los lingotes, que luego eran cortados, así las almas eran modeladas y purificadas.

Sin embargo, esto tiene poco que ver con el tema de la conversación. ¿O sí?

»De todos modos, un día estaba junto a la enorme puerta abierta del gran edificio de los pozos de recalentamiento, descansado un momento. Estaba mirando al exterior, a los raíles que conducían a los hornos. No recuerdo en qué estaba pensando. Probablemente en que estaba cansado de trabajar en aquel lugar extremadamente caliente en un trabajo duro para tan poca paga. Probablemente también estaba preguntándome si alguna vez llegaría a convertirme en un escritor de éxito.

»Todas mis historias habían sido rechazadas, aunque había recibido unas cuantas notas de los editores animándome a proseguir. Burnett, por ejemplo, el editor de una revista de gran prestigio aunque pagara muy poco, Story, había estado a punto en dos ocasiones de comprar mis relatos, pero las dos veces su mujer no estuvo de acuerdo con él y finalmente fueron rechazados.

»Fuera como fuese, ahí estaba yo, contemplando la fealdad de la acería, incapaz de producir pensamientos agradables y especialmente ningún estado místico.

»Me sentía deprimido, muy deprimido. Y las vías que llenaban el patio, el grisáceo polvo de metal que lo cubría todo, el enorme y horrible edificio de plancha que albergaba los hornos, el humo que arrastraba el viento casi a ras de suelo, el acre olor del humo, todo conducía a un humor depresivo.

»Y entonces, repentinamente, inexplicablemente, todo pareció cambiar. En un flash. No quiero decir que la fealdad se convirtiera en belleza. Era tan gris y desagradable como antes.

»Pero, de algún modo, tuve la repentina sensación de que el universo era correcto. Y todo estaba y estaría bien. Había un sutil cambio en mi perspectiva. Déjame plantearlo de esta forma. Era como si el universo estuviera compuesto por un número infinito de ladrillos de cristal. Esos ladrillos eran casi, aunque no completamente, invisibles. Podía ver sus contornos, aunque eran fantasmales.

»Los ladrillos habían sido apilados de tal modo que sus superficies no encajaban. Como si Dios hubiera sido un albañil borracho. Pero ahora, con este sutil cambio, los

ladrillos se habían movido, y sus superficies encajaban entre sí. El orden había sido restaurado. El orden y la belleza divinos. El edificio cósmico ya no era una estructura mal construida, sólo apta para ser derruida por los inspectores de zona cósmicos.

»Me sentí exaltado. Por un momento, estaba mirando la estructura básica del mundo. Más allá del yeso que había sido puesto por encima para hacer que las paredes parecieran lisas y uniformes.

»Sabía, sabía, que el universo era correcto. Y que yo era correcto. Es decir, mi lugar en el mundo era correcto. Encajaba. Aunque yo era un ser vivo, era sin embargo uno de esos ladrillos, y estaba alineado en su lugar correcto.

»Es más, de pronto fui consciente de que siempre había estado alineado. Hasta aquel momento había pensado que yo estaba fuera de lugar, desnivelado con respecto a los demás ladrillos. ¿Pero cómo podía ser así, si todas las piezas, los ladrillos, estaban desalineados?

»Ese era mi error. Todo estaba en su lugar. Era mi visión, mi comprensión, lo que estaba deformado. Llámalo aberrado si quieres.

¿Y cuánto duró ese estado? preguntó Nur.

Unos pocos segundos. Pero me sentí muy bien, incluso feliz, después. Al día siguiente, sin embargo, recordé la revelación... pero su efecto había desaparecido. La vida volvía a ser como antes. El universo era de nuevo una estructura edificada por un constructor incompetente o borracho. O quizá por un contratista malicioso y estafador.

Sin embargo, había momentos...

¿Y las otras experiencias?

La segunda debería ser desechada. Fue provocada por la marijuana, no por mí mismo. Ya sabes, debo haber fumado quizá media docena de cigarrillos de marijuana en mi vida. Fue a lo largo de un solo año, 1955, poco antes de que las drogas se pusieran de moda entre las generaciones más jóvenes. En aquel tiempo, la marijuana y el hach estaban confinados principalmente a los grupos bohemios en las grandes ciudades. Y a los negros y chicanos de los ghettos.

»Ese incidente en particular se produjo en Peoria, Illinois. Mi esposa y yo nos habíamos reunido con una pareja de Nueva York, unos tipos del Greenwich Village... Te explicaré más tarde lo que significa eso... y ellos nos hablaron de probar la marijuana. Me hizo sentir incómodo, casi intranquilo, tener eso a mi alrededor. Tuve visiones de agentes de narcóticos reventando la puerta y entrando, arrestándonos, metiéndonos en la cárcel, el juicio, la sentencia, la condena. La desgracia. ¿Y qué iba a ocurrirles a nuestros hijos?

»Pero el alcohol había disuelto mis inhibiciones, y probé un porro, como lo llamaban, entre otras cosas.

»Tuve problemas para inhalar el humo y conservarlo en mis pulmones, puesto que nunca había probado ni siquiera el tabaco aunque tenía treinta y siete años. Pero lo hice, y no ocurrió nada.

"Más tarde, aquella noche, tomé lo que había quedado del porro y lo terminé. Y esta vez sentí repentinamente que el universo estaba compuesto por cristales disueltos en una solución.

»Pero percibí un cambio sutil. Repentinamente, los cristales en la sobre saturada solución fueron precipitados. Y se dispusieron todos en una especie de hermoso orden, hilera tras hilera, como ángeles preparándose para un desfile.

»Sin embargo, esta vez no había la sensación, como la otra, de que el universo era correcto, de que yo tenía un lugar en él, y de que ese lugar era el correcto. De que no podía ser de otra forma.

¿Y la tercera vez? dijo Nur.

Yo tenía cincuenta y siete años, y era el único pasajero en un globo de aire caliente sobrevolando los campos de maíz de Eureka, Illinois. El piloto acababa de apagar el

quemador, de modo que no había ningún ruido excepto un revolotear de unos faisanes que el rugir del quemador había hecho alzarse de un campo.

»El sol se estaba poniendo. La brillante luz del atardecer se estaba volviendo gris. Yo estaba flotando como sobre una alfombra mágica impulsado por una ligera brisa que ni siquiera sentía. Ya sabes que puedes encender una vela en la cesta de un globo en mitad de un fuerte viento, y la llama arderá tan recta y firme como si estuvieras en un cuarto sin la menor ventilación.

»Y repentinamente, sin la menor advertencia, tuve la sensación como si el sol se hubiera alzado por encima del horizonte. Todo estaba bañado por una brillante luz, ante la que había que entrecerrar los ojos para ver cualquier cosa.

»Pero no lo hice. La luz procedía de dentro. Yo era la llama, y el universo estaba recibiendo mi luz y mi calor.

»En un segundo, quizá más, la luz desapareció. No fue disminuyendo y apagándose. Simplemente se desvaneció. Pero por otro segundo la sensación de que el mundo era correcto, de que, no importaba lo que ocurriera, a mí o a cualquier otro o al mismo universo, sería algo bueno, permaneció en mí.

»El piloto no notó nada. Aparentemente yo no estaba expresando mis sensaciones. Y

esa fue la última vez que experimenté algo así.

Aparentemente dijo Nur, ¿esos estados místicos no tuvieron ninguna influencia en tu comportamiento ni en tus reacciones?

¿Quieres decir si me volví mejor a causa de ellos? No.

Los estados que describes dijo Nur son parecidos a lo que nosotros llamamos tajalli. Pero tu tajalli es una imitación. Si hubiera dado como resultado un estado permanente, por autodesarrollo en el camino correcto, entonces hubiera sido un auténtico tajalli. Hay varías formas de tajallis falsos o inútiles. Tú experimentaste una de ellas.

¿Lo cual significa dijo Frigate que soy incapaz de experimentar la auténtica forma?

No. Al menos, experimentaste una cierta forma de él.

Permanecieron en silencio durante un rato. Frisco, arrebujado bajo un montón de ropas, murmuró algo en su sueño.

Repentinamente, Frigate dijo:

Nur, por algún tiempo me he estado preguntando si me aceptarías como discípulo.

¿Y por qué no me lo has preguntado?

Temía ser rechazado.

Hubo otro silencio. Nur comprobó el altímetro y puso en marcha el vernier durante un minuto. Pogaas apartó las ropas que lo cubrían y se puso en pie. Encendió un cigarrillo, y el resplandor de su encendedor puso extrañas luces y sombras en su rostro. Pareció por un momento como la cabeza de un halcón sagrado tallado en diorita negra por los antiguos egipcios.

¿Y bien? dijo Frigate.

Siempre has pensado que eras un buscador de la verdad, ¿no es cierto? dijo Nur.

No un buscador constante. He derivado mucho, flotando de un lado para otro como un globo. La mayor parte del tiempo me he tomado la vida tal como era o parecía ser. Ocasionalmente, he hecho determinados esfuerzos por investigar o incluso practicar esta o aquella filosofía, disciplina o religión. Pero mi entusiasmo cedía muy pronto, y lo olvidaba. Bueno, no completamente. A veces surgía de nuevo un antiguo entusiasmo, y me dirigía de nuevo hacia aquella meta deseada. La mayor parte del tiempo, sin embargo, no he hecho más que flotar en los vientos de la pereza y la indiferencia.

¿Te sentías imparcial?

Intentaba ser intelectualmente imparcial, incluso cuando mis emociones me inflamaban.

Para conseguir la auténtica imparcialidad, necesitas liberarte al mismo tiempo de las emociones y del intelecto. Es evidente que, aunque te enorgulleces de la falta de

prejuicios, los tienes. Si te tomara como discípulo, tendrías que ponerte absolutamente bajo mi control. No importa lo que pida, deberás hacerlo inmediatamente. Sin pensar.

Nur hizo una pausa.

Si te pidiera que saltaras fuera de esta cabina, ¿lo harías?

¡Infiernos, no!

Ni yo te lo pediría. ¿Pero si te pidiera que hicieras algo que intelectual o emocionalmente fuera equivalente a saltar fuera de esta cabina? ¿Algo que tú consideraras como un suicidio intelectual o emocional?

No lo sé hasta que me lo pidas.

No te lo pediré hasta que crea que estás preparado. Por supuesto, si llegas a estarlo alguna vez.

Pogaas había estado observando por una de las portillas. Lanzó un gruñido y luego dijo:

¡Hay una luz ahí afuera! ¡Y está moviéndose!

Frigate y elMusafir se reunieron con él. Tex y Frisco, despertados por sus excitadas voces, se pusieron en pie y miraron soñolientos por otra portilla.

Una forma alargada, a casi la misma altitud que el globo, se silueteaba contra el brillantemente estrellado cielo.

¡Es un dirigible! dijo Frigate.

De todas las cosas que había visto en el Mundo del Río, aquella era la más extraña y la más inesperada.

Hay luces cerca de la proa dijo Rider.

No puede ser de Nueva Bohemia dijo Frigate.

Entonces hay algún otro lugar donde pueden hallarse metales dijo Nur.

¡A menos que haya sido construido por ellos! dijo Farrington. Puede no ser una aeronave, sino tener simplemente su apariencia.

Una de las luces cerca del morro del aparato empezó a parpadear. Tras mirarla durante un minuto, Frigate dijo:

¡Es código Morse!

¿Qué está diciendo? preguntó Rider.

No conozco el código Morse.

¿Entonces cómo sabes que es Morse?

Por la longitud de las pulsaciones. Largas y cortas.

Nur abandonó la portilla para regresar junto al vernier. Lo cortó, y entonces el único sonido que quedó en la cabina fue la pesada respiración de sus ocupantes. Observaban todos la enorme forma de siniestro aspecto girar y avanzar directamente hacia ellos. La luz siguió parpadeando. Nur encendió la antorcha durante unos veinte segundos. Cuando volvió a apagarla, regresó junto a la portilla. Pero de pronto se detuvo, y dijo secamente:

¡Qué nadie haga ningún ruido!

Se volvieron para mirarle. Dio unos pocos pasos, y apagó el ventilador que absorbía el anhídrido carbónico.

¿Por qué haces todo esto? dijo Frisco. Nur se dirigió rápidamente hacia el vernier.

¡Creo que he oído un silbido! dijo. Miró a Pogaas.

¡Apaga ese cigarrillo!

Nur se agachó para colocar su oído contra la unión del tubo de llegada al cono dentro de la caja.

Pogaas tiró el cigarrillo y alzó el pie para aplastarlo.


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