Era un viernes lluvioso en Carnegie School y no tenía mucho por hacer, la jornada escolar ya había terminado y Alice se había ido hace cinco minutos excusando dolor de cabeza repentino; así que me tocaría caminar sola a casa. Había olvidado mi paraguas en casa, por lo que no tenía cómo cubrirme de la lluvia más que mi suéter, el cuál no era muy efectivo, y entonces cuando el agua comenzó a caer con más voracidad decidí refugiarme en la primera parada de autobuses que encontré. Pasaron los minutos y estaba comenzando a impacientarme, no tenía nada con qué entreterme ya que mi celular ni siquiera cuenta con algún minijuego y sentía que el tiempo se hacía eterno mientras escuchaba cada golpecito que daba con mi uña al metal frío de la banca sobre la que estaba sentada cuando de repente alguien que también estaba intentando refugiarse de la lluvia se sentó junto a mí.
— Hola Lizzy, ¿Te encuentras bien?
— ¡Edward! Sí, estoy bien, ¿Cómo estás tú?
— Mojado. — respondió riendo por lo bajo — ¿Tienes frío?
— Sí, un poco. — respondí mientras secaba con la manga de mi suéter el agua que escurría desde mi cabello empapado y se deslizaba sobre mi frente.
— Pues toma, ponte esto. — dijo entregándome el impermeable negro que se había quitado segundos antes, el cual acepté agradecida y me puse en seguida.
— Muchas gra... — intenté decir, pero él se me adelantó y para cuando volteé a mirarlo de nuevo ya no estaba ahí, en cambio, estaba su paraguas y pude verlo a lo lejos corriendo con pasos agitados en dirección contraria.