Chapitre 68: 13: Ayuda
—Yo no puedo sacarte, Caden.
—Claro que puedes. Tienes la autoridad y ellos deben hacer lo que digas.
—Voy a ayudarte con lo que puedo, que es haciéndote sentir mejor.
—Yo estoy mejor. No le haré daño a nadie más, yo solo quiero ver a mi hija. Tú misma me dijiste que estaba bien.
—Puedo comprenderte, pero no puedes salir de aquí.
—Es una lástima no haberla conocido antes, cuando era libre.
—¿Y por qué deseas eso?
—No sabe como la deseo en este momento.
Me puso nerviosa escucharlo decir eso. Jamás había estado tan directo y hablando de estos temas. La mirada que me estaba dedicando, me tenía la piel de gallina, es como si pudiera ver a través de mí. Es fascinante esa aura misteriosa que tiene.
—Regresemos a las preguntas, Caden. No deberíamos estar hablando de este tipo de temas.
—¿Dónde quedó la transparencia y honestidad de la que habla? Aquí nadie nos está escuchando. No puedo usar mis manos, y ni siquiera me sueltan de esta silla. ¿Puede acercarse, doctora?
—No debo. Se supone que me mantenga a una distancia prudente.
—¿Tiene miedo de algo? No muerdo.
—¿No lo hace?
—¿Me cree capaz de algo como eso? — arqueó una ceja, y ese gesto fue muy provocativo—. ¿Por qué no lo averigua por su cuenta, doctora? — sonrió, y pude percibir esa malicia detrás de él.
—Quiero saber tus intenciones, Caden. ¿Puedes decirme?
—Quiero tenerla cerca; sentir su calor, y deleitarme con ese nuevo perfume que está utilizando para mí. ¿Es mucho pedirle? A esta distancia, no puedo disfrutarlo como quiero.
—No puedo, Caden. Continuemos en los que estábamos.
—Hágalo por el tiempo que tenemos de conocidos, ¿Acaso no confía en mí?
Sabía que no debía hacerlo, pero su insistencia, me iba poco a poco convenciendo. En todo el tiempo que ha estado aquí, nunca hemos estado lo suficientemente cerca. La mesa nos separa todo el tiempo. Él nunca ha tratado de hacerme nada, pero no debía confiarme mucho.
Miré a la puerta, y el oficial estaba afuera, pero no estaba mirando hacia nosotros. Me levanté de la silla y me acerqué lentamente a Caden. Él alzó la cabeza y sonrió.
—¿Así es suficiente?
—No.
Me incliné un poco, hasta quedar a nivel de su rostro. Pude apreciar esos ojos azules como el cielo más de cerca. Había estado soñando con ellos por mucho tiempo, pero no sabía que iba a poder verlos así.
—Me gustas, doctora— me encaró, y bajó la mirada—. Hueles exquisita— sonrió.
No sé desde cuándo me he estado involucrando más de la cuenta, pero esto me está haciendo daño por dentro. No está bien esto que estoy haciendo, pero ¿Cómo se lo explico a esto que siento? Una parte de mi está consciente que no debo, pero la otra me está pidiendo a gritos que me deje llevar.
No sé en qué momento lo comencé a ver cómo hombre y no como un paciente. Había estado tan ciega, que ahora es cuando lo acabo de descubrir. Ahora que lo tengo tan cerca, es cuando siento que una parte de mi se siente completa.
—Quiero estar contigo, doctora. ¿Por qué no nos vamos los dos juntos, a un lugar donde nadie nos encuentre o nos moleste? Donde solo seamos tu y yo. La decisión está en tus manos. No me dejes más aquí, y permíteme demostrarte cuanto me gustas. Pero primero, debes sacarme de aquí, ¿Lo harás?
Recuerdos:
¡Eres una vieja inservible!
Solamente te dedicas al trabajo y no me prestas atención. No sabes hacer nada bien. No me culpes si me consigo a alguien más.
¡No sé ni para que me casé contigo!
¿A dónde vas así vestida? ¡Te ves ridícula!
Eso es lo único que he recibido siempre. Caden ha sido tan distinto a lo que conozco. Se da cuenta de los mínimos detalles, y me dice justo lo que quiero escuchar. Me aprecia y no me insulta. Quizá, si debería pensar en un cambio en mi vida. Dejar de ser esa mujer ilusa y tonta, y comenzar a ser quien quiero ser.
—Te sacaré de aquí, Caden.
—Esa es mi chica— esbozó una enigmática, y atrayente sonrisa.
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