Davi no tenía palabras. Estaba completamente confundida a causa de aquella versión mejorada del Sei desvergonzado y no pudo hacer nada más que aceptar que Sei ya no era su pequeño monstruo inocente.
—¿Puedo besarte ahora? —preguntó entonces Sei, con expresión de extrema impaciencia y Davi volvió a sorprenderse. Ni siquiera podía comprender por qué Sei hacía esa pregunta, siendo que normalmente la besaba antes de darle tiempo de reaccionar.
—¿Puedo? —murmuró él otra vez, mientras acercaba su rostro al de ella. Su cálido aliento tocaba la piel de Davi, dejándola sin más opción que asentir mientras se ruborizaba.