La noche era fría, pero la luna brillaba intensamente. La niña dentro de la habitación silenciosa la miraba inexpresivamente. Su mente estaba comenzando a hundirse en la negatividad y ella no tenía a nadie que le dijera que resista y que aguante.
Comenzó a pensar que, tal vez, así era la vida. Solamente se vivía un rato y luego la muerte. Desde el inicio, ella nunca había pensado que la vida sea muy buena. Lo más triste era que sólo se trataba de una niña, pero ya pensaba de esa manera.
Aún mirando la luna blanca y redonda, la niña se puso de pie y se apoyó en el marco de la ventana.
—Oye, luna, ¿crees que aún tenemos esperanza? —preguntó, pero la luna se mantuvo silenciosa. Eso no detuvo las preguntas.