Mientras continuaba la llamada telefónica, la pareja se fue quedando callada lentamente. No porque no tuvieran nada que decir, sino mientras más se escuchaban uno al otro, más se veían y tocaban intensamente el uno al otro. Solo había pasado una semana, y a diferencia de antes, sintió que no verla era una tortura para él. En ese momento, Sei sintió que tarde o temprano, no podría pasar un día sin siquiera verla.
—¿Sei?...
—Mm…estoy aquí.
—Yo…espero que termines pronto tu trabajo así ya puedas regresar a casa— ella le dijo de manera suave y honesta, sin esconder el débil sentimiento de nostalgia en su voz, haciendo que el supuesto hierro de Sei se desmoronara como cae un muro de fuertes rocas.