La guerra entre ambos reinos acabó así, después de que Gordito tonteara por enésima vez. Shen Ying, Gordito y los demás habían pasado dos días adaptándose en Tierra del Sur antes de salir oficialmente de ella y dirigirse a la Corte de Hao Ran. Conejo lloró sin parar y se aferró a Gordito, sin querer dejarlo ir.
—Hermano Gordito, volverás a verme, ¿verdad? —preguntó y una vez que acabó, le entregó varias bolsas de zanahorias a espaldas de Lonemoon—. Cuando tengas hambre, come esto. Acábalo y vuelve a buscarme. Así es, no lo olvides, no dejes que el Gran Inmortal vea esto.
—No te preocupes, Conejo. Eres mi mejor amigo. En cuanto pueda, volveré a verte —dijo Gordito, quien parecía como si tampoco pudiera soportar irse. Una vez que terminó de hablar, recogió las bolsas de zanahorias y se dio una palmadita en el pecho—. ¡Te lo prometo!
—… —Lonemoon había visto todo el proceso.
—¿Por qué no se unen ya ustedes dos?