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Al caer la noche, la Ciudad Jing estaba tan animada como siempre. Mientras las luces de neón parpadeaban y la cerveza fluía, los coches salían y circulaban.
—¡Jefe, Xue Yuming ha sido enterrada hoy!
Tai An se paró bajo la luz de cristal, mirando a lo lejos a Xiang Jinxi, sentado contra la pared con una copa de vino en la mano.
—No hace falta que me cuentes un asunto tan insignificante como ese.
—También ha aparecido Huo Zhenning, y ahora está en el Hotel Shengtian. Jefe, ¿deberíamos...? —Tai An levantó la mirada y le hizo mirarlo.
—Je, todavía tiene algún tipo de conciencia por otra mujer.
Pero no por su propia madre.
Xiang Jinxi dejó su copa de vino y se fue del lugar.
En el camino de vuelta, se sentó en la parte trasera de su coche con los ojos cerrados, tratando de descansar un poco.
De repente, Tai An aceleró:
—Jefe, hay alguien siguiéndonos.