Yun Shishi se sintió conmovida y reconfortada cuando su hijo le sirvió el té de hierbas.
—¡Qué buen chico es Youyou!
Después de beber el té de hierbas, se fue a dormir temprano.
Su corazón estaba lleno de tumultos, miedo, preocupación, conmoción, pero ella no tenía en quién buscar consuelo.
Ella solía desear que alguien cuidara de ella en esta vida, alguien que pudiera protegerla del miedo y el dolor y a quien ella pudiera esperar para recibir apoyo. Ella había esperado a que apareciera ese tipo de persona en sus veinticuatro años de vida, pero nunca se había materializado.
Youyou la cubrió con una manta, le dio un beso en la frente y apagó la luz.
Su impotencia hizo que su corazón doliera con cuidado.
—Mami, no te asustes. Solo recuerda que no importa lo que pase, siempre estaré a tu lado y seré tu apoyo, ¿sí? No pienses demasiado en nada.
Ella se sobresaltó por sus palabras reconfortantes y las lágrimas brotaron de sus ojos.