Este tipo de deseo que corría por las venas de Zuo Yin lo emocionaba mucho. No sabía por qué encontraba a Lu Xinyi extremadamente atractiva en ese momento. Nunca pensó que la mujer que su madre adoptiva odiaba durante todos esos años fuera esa ardiente y excepcional mujer.
«Lu Xinyi... ah, Lu Xinyi. ¡Serás mía!» pensó.
Sun Mingai no había pintado a Lu Xinyi tan hermosa e inteligente como Sun Feiyan, así que fue una sorpresa para él conocer a esa Lu Xinyi en persona. La pura lujuria corría a través de él. Cada célula de su cuerpo tenía ganas de poseer a Lu Xinyi, de atraparla debajo de él y tomarla despreocupadamente. Sus ojos apreciaban cada centímetro de su piel que estaba expuesta y las curvas que se acentuaban con su vestido.
Comparada con Sun Feiyan y Sun Qiyan, la belleza de Lu Xinyi era etérea en sus ojos.