—Yang Liqing, abofetéale la boca por mí.
Antes de que la empleada de Blue Haven se diera cuenta de qué pasaba, Yang Liqing apareció enfrente de ella y dos bofetadas rompieron el silencio de la pacífica tarde. Ella felizmente hizo lo que la joven señora le ordenó.
¡Pa! ¡Pa!
Esos días que pasaron, Yang Liqing se murió del aburrimiento. No ayudó que la gente que apoyaba a Blue Haven hablara mal de Lu Xinyi, como si supieran de quien hablaban. Era profundamente satisfactorio descargar las frustraciones de ella en la empleada de Blue Haven.
Con solos dos bofetadas de Yang Liqing, la grosera empleada se sintió desorientada hasta que sintió un dolor punzante que veía de cada lado del rostro.
—¡Tú! ¡¿Tú te atreves a golpearme?! —le gritó ella a Lu Xinyi.
—De hecho, fui yo quien te golpeó —dijo Yang Liqing—. ¿Por qué la joven jefa perdería energía en alguien tan insignificante como ella?