*¡Ding!*
La moneda de oro giró hacia arriba, giró hacia abajo y cayó firmemente en la palma de la mano de Klein.
Bajando la cabeza para mirar si era cara o cruz, Klein giró el talón y suavemente se adentró en un callejón oscuro y tranquilo.
El viento junto al mar era frío y fuerte, y causaba una pequeña convección en el área, impulsando su abrigo sin que él se diera cuenta y causando que su sombrero de copa casi se cayera.
De repente, Klein se detuvo, se dio la vuelta y dijo con voz profunda: —Sal de ahí.
Sus ojos eran agudos mientras miraba la sombra a la vuelta de la esquina.
Después de cuatro o cinco segundos de silencio, una figura emergió de las sombras. Él se rio entre dientes y dijo: —Bastante atento.