Castillos, planetas, torres... Ji Ning era capaz de penetrar cualquier barrera puramente física, sin importar cuán indestructible fuera.
Después de entrar en la torre negra, Ning aún podía sentir el mundo exterior más allá. Su maná también pudo pasar fácilmente a través de la torre para mantener la formación de vórtice inverso que había quedado afuera.
—¿Quién hubiera pensado que el interior de la torre se vería así? —dijo Ning y se elevó en el aire para mirar el lugar.
La torre negra cubría un área de diez mil kilómetros. En el centro del área había un globo negro que estaba cubierto con una capa de luz, el cual engullía furiosamente todo lo que se le enviaba. La energía que circulaba hacia y a través de la torre negra no se veía obstaculizada por la torre misma y cuando era absorbida por la oscura orbe hacía que este se volviera más y más poderoso.